Una sola consulta a ChatGPT consume casi 10 veces más electricidad que una búsqueda convencional en Google.
Por Revista Summa
Los titulares recientes sobre inteligencia artificial (IA) generativa han puesto el foco en su huella hídrica. Se sabe que entrenar un modelo como GPT‑3 puede utilizar alrededor de 700.000 litros de agua dulce, y que la demanda global de la IA podría oscilar entre 4.200 y 6.600 millones de metros cúbicos de agua en 2027. Sin embargo, esta conversación tiene matices importantes en Centroamérica, donde no existen grandes centros regionales de datos de IA, pero ¿significa eso que la región puede desentenderse del tema ambiental?
“No podemos ignorar el agua, pero en Centroamérica el impacto de la IA se manifiesta sobre todo en otros frentes: el aumento del consumo energético por la creciente digitalización y la gestión de desechos tecnológicos”, explica Guillermo Salas Dalsaso, experto en innovación y transformación digital.
Aunque las torres de refrigeración de centros de datos se encuentran a miles de kilómetros, la región sí debe prepararse para la presión que una economía cada vez más digital ejercerá sobre sus matrices eléctricas y sistemas de reciclaje.
La huella hídrica: un problema global del que no somos ajenos
La IA necesita agua principalmente para enfriar los servidores que ejecutan y entrenan los modelos. Se estima que la tecnología consume entre 1,8 y 12 litros de agua por cada kilovatio hora de energía utilizada, y que una respuesta de 100 palabras de ChatGPT puede requerir unos 519 mililitros de agua. Aunque estas cifras se registran en centros de datos ubicados fuera de la región, Centroamérica es usuaria intensiva de servicios de IA y streaming. “Cada chatbot que usamos activa un servidor en otra región que necesita agua y energía. Nuestra demanda digital alimenta esa huella mundial”, recuerda Salas.
A nivel mundial, el uso de IA también está impulsando la demanda de energía: una consulta de ChatGPT consume casi diez veces más electricidad que una búsqueda típica de Google, equivalente a mantener encendida una bombilla LED durante una hora. Los centros de datos estadounidenses han pasado de representar el 1,9% al 4,4% del consumo eléctrico nacional en cinco años y podrían llegar al 12% para 2028. Si bien Centroamérica no alberga estas infraestructuras, sí depende de ellas y debe asegurar que sus redes eléctricas –algunas con alta proporción renovable– puedan soportar el crecimiento de equipos y dispositivos.
El verdadero reto regional: consumo energético y desechos electrónicos
El auge digital en países como Panamá, Costa Rica y Guatemala—todos con tasas de penetración de internet superiores al 70 % y crecimiento exponencial del uso de plataformas digitales—ha multiplicado el consumo energético. Una sola consulta a ChatGPT consume casi 10 veces más electricidad que una búsqueda convencional en Google. Este dato, multiplicado por millones de usuarios latinoamericanos, presiona significativamente las redes eléctricas regionales, muchas de las cuales dependen todavía en gran medida de fuentes fósiles.
Vale la pena destacar que hay países, como Costa Rica, que lideran con matrices energéticas mayoritariamente renovables, sin embargo el resto de la región se enfrenta a una dura realidad: más digitalización, más demanda eléctrica y, en muchos casos, más emisiones contaminantes.
El problema silencioso: desechos electrónicos
Otro desafío oculto detrás de la revolución digital es la generación de residuos electrónicos (RAEE). América Latina recolecta menos del 3% de estos residuos de manera adecuada y segura, muy por debajo de la media mundial (22,3 %).
Expertos regionales en tecnología, como Guillermo Salas Dalsaso, advierten que “el consumo creciente de dispositivos para acceder a servicios impulsados por IA, sin planes sólidos para su reciclaje y disposición, generará impactos ambientales severos en los próximos años”.
“Si vamos a utilizar más dispositivos para conectarnos a la IA, necesitamos un plan robusto para reciclar los aparatos que descartamos”, advierte Salas.
Recomendaciones para una digitalización sostenible en la región:
● Infraestructura digital eficiente: Fomentar inversiones en redes y centros de datos que operen con fuentes renovables y sean energéticamente eficientes.
● Economía circular en electrónica: Incentivar legislaciones regionales para reducir la obsolescencia programada, promover dispositivos duraderos y reciclables, y fortalecer programas de reciclaje.
● Educación en consumo digital responsable: Crear campañas de concientización regionales sobre el impacto ambiental de la vida digital diaria, promoviendo buenas prácticas tecnológicas entre usuarios y empresas.
● Transparencia y compromiso empresarial: Exigir a proveedores globales y locales de servicios tecnológicos reportes claros sobre consumo energético, hídrico y manejo de residuos electrónicos.
Para Centroamérica, aprovechar plenamente los beneficios económicos y sociales de la inteligencia artificial requerirá asumir la responsabilidad ambiental que esto implica, poniendo el enfoque en los impactos reales y tangibles que ocurren en la región.