Los efectos socioeconómicos derivados de la pandemia se suman a la pérdida de cosechas provocada por los huracanes Eta e Iota que golpearon Centroamérica en noviembre de 2020.
Por EFE
El número de personas en situación de inseguridad alimentaria casi se ha duplicado en Honduras, de 1,8 millones previo a la pandemia y los huracanes Eta e Iota a 3,3 millones en la actualidad, una cifra que puede aumentar a 4,4 millones al cierre de 2021.
«Antes de (la) covid-19 teníamos 1,8 millones de personas en inseguridad alimentaria, ahora 3,3 millones», dijo este martes en entrevista con Efe vía Zoom el director adjunto del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Honduras, Etienne Labande.
Más de 600.000 personas en Honduras se encuentran en «inseguridad alimentaria severa», según cifras oficiales citadas por Labande.
INSEGURIDAD ALIMENTARIA URBANA
La inseguridad alimentaria previo a la crisis por la covid-19 y los efectos de Eta e Iota afectaba más a personas del área rural, pero ahora está «mucho más presente» en zonas urbanas, subrayó el experto, de nacionalidad francesa.
Señaló que los confinamientos ordenados para hacerle frente en 2020 a la pandemia afectaron mucho más a las personas que trabajan en la economía informal o perdieron su empleo.
El país centroamericano, según estimaciones del PMA, perdió alrededor de 250.000 puestos de trabajo a causa de la pandemia, principalmente en las grandes ciudades.
MALNUTRICIÓN VERSUS DESNUTRICIÓN
La recuperación de Honduras tardará «entre dos y tres años», por lo que, al cierre de 2021, según el PMA, el país podría tener «4,4 millones de personas en inseguridad alimentaría moderada», agregó.
La desnutrición aguda en Honduras es del 1,3 %, pero el país tiene «un problema muy serio de desnutrición crónica», lo que dificulta el desarrollo de las personas, especialmente los menores de edad, señaló el experto.
De acuerdo con datos oficiales, según Labande, el 23 % de los niños menores de dos años padecen de desnutrición crónica, pero en algunos departamentos hondureños esta cifra llega al 48 %.
La desnutrición crónica es una condición que se refleja por «una falta de micronutrientes, es decir la falta de una diversidad en la dieta de los niños y de los hogares en general», explicó.
Esta condición «no va a mejorar en una situación de inseguridad alimentaria, donde la gente tiene que reducir el número de comidas al día, la cantidad o la calidad de los alimentos que compran», añadió.
NO HAY HAMBRUNA
Los efectos socioeconómicos derivados de la pandemia se suman a la pérdida de cosechas provocada por los huracanes Eta e Iota que golpearon Centroamérica en noviembre de 2020.
El alto cargo del PMA afirmó que en Honduras no hay riesgo de hambruna, pero las personas si han tenido que «reducir la cantidad (de comida) o comprar alimentos de menor calidad y precio, o comer menos durante el día», lo que afecta su nutrición.
«No estamos en una situación de hambruna», insistió Labande, quien dijo que la falta de lluvias ha causado pérdidas de cosechas, principalmente de granos básicos como maíz y fríjol.
La pérdida de cultivos tiene «un impacto directo en la seguridad alimentaria» de pequeños productores, pues la cosecha es «su fuente principal de alimentación básica, pero también de ingreso», explicó.
Destacó la importancia de que los pequeños productores tengan los recursos necesarios para «tener una vida decente», por lo que el PMA y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), entre otras instituciones, promueven programas de apoyo para que los campesinos «cambien sus maneras de cultivar».
Los productores, según Labande, deben diversificar sus cultivos, para que sus cosechas sean más sostenibles y rentables con el medioambiente.
Las autoridades hondureñas necesitan impulsar programas orientados a proporcionar a las comunidades «técnicas» para adaptarse al cambio climático, indicó el director adjunto del PMA, organización que ha apoyado a más de 800.000 personas afectadas por la covid-19 y los huracanes en Honduras.