La rapidez de este cambio ha hecho que en muchos casos no tengamos adaptada nuestra forma de trabajo en casa.
Por The Conversation
No cabe duda de que la situación generada por la covid-19 nos ha hecho repensar muchos aspectos, algunos de forma intencional y otros, desafortunadamente, de manera forzada. Entre ellos, uno de los que mayor impacto ha tenido en nuestro día a día ha sido la obligación de teletrabajar.
Antes de que la pandemia irrumpiera en nuestras vidas, el teletrabajo era una especie de situación con mucho potencial para la conciliación familiar o determinadas condiciones relacionadas con el estado de salud.
Pero lo cierto es que nuestra manera de entenderlo era más ideal que concreta, puesto que su implantación en España era minoritaria. Por eso, con la nueva crisis, la situación ha tenido que revertirse a pasos forzados para pasar a ser una realidad con cifras impensables hace tan solo un año.
La falta de preparación
La rapidez de este cambio ha hecho que en muchos casos no tengamos adaptada nuestra forma de trabajo en casa. Hemos tenido que lidiar con muchas limitaciones que no teníamos en cuenta en nuestras conversaciones informales sobre el tema.
Por ejemplo, ¿cuál sería nuestra mesa de trabajo? ¿la misma que en la que comemos?, ¿la iluminación tenue es suficiente para estar tanto tiempo delante de una pantalla?, ¿cómo puedo postergar las demandas de las personas que conviven conmigo?, ¿alguna vez había tenido que lidiar con tantas posibilidades de procrastinar?
Todo lo anterior hay que trasladarlo a un nuevo lugar de trabajo en el que los recursos son limitados y el entorno no está adaptado. ¿Significa lo expuesto que haya que resignarse a un peor entorno de trabajo?
La respuesta es no. Si una cosa nos ha enseñado la historia evolutiva de nuestra especie es que la capacidad de adaptación está en lo más profundo de nuestra biología.
Por tanto, vamos a intentar exponer una serie de aspectos a tener en cuenta para adaptar nuestro trabajo a una condiciones que a priori parecen limitadas. Sin embargo, estas pueden ser resignificadas en una adaptación a circunstancias en muchos casos desfavorables, para lo cual estamos más que preparados.
¿Por qué vamos a hablar de adaptación y no de resignación? Especialmente porque la adaptación de puestos de trabajo tiene una larga tradición dentro de la psicología y otras disciplinas. Concretamente de la ergonomía. Su larga historia investigadora revela unos resultados muy útiles para afrontar nuestra adaptación, forzada, a nuestro nuevo lugar de trabajo.
Claves para teletrabajar correctamente
En primer lugar, deberíamos hacer un análisis de nuestro puesto de trabajo. Es decir, qué necesitamos para realizar nuestras tareas, tanto en términos de equipo, como de condiciones ambientales y demandas personales.
Tenemos que tener en cuenta que lejos de ser inocuo, el teletrabajo también tiene sus riesgos. Así lo explicó la propia Organización Mundial del Trabajo en una reciente publicación, especialmente para el teletrabajo que se desarrolla a tiempo completo:
- El tecnoestrés, aquel derivado del abuso de las nuevas tecnologías, así cómo la adicción a la tecnología. Estos aspectos aumentan la fatiga psicológica, pueden derivar en una mayor irritabilidad y una menor capacidad de desconexión y, por tanto, de beneficiarse de un descanso adecuado.
- El consumo de alcohol y drogas recreativas y fármacos. Teniendo en cuenta que están más a nuestro alcance, el abuso de estos puede llevar a respuestas emocionales negativas. Además, podrían deteriorar la convivencia (aumento de discusiones, aumento de la tensión emocional en la convivencia, violencia, etc.).
- El sedentarismo prolongado en el tiempo y permanecer en la misma posición durante largos periodos pueden dar lugar a problemas de salud . Por ejemplo, fatiga visual, enfermedades cardiacas y musculo-esqueléticas, sobrepeso y obesidad. El mobiliario no adaptado de nuestros hogares puede agravar la situación.
- El aislamiento prolongado puede desencadenar sentimientos de exclusión y agotamiento.
- El uso de tecnología anticuada con velocidades menores a las requeridas en la actualidad pued generar irritabilidad y frustración.
- Existe un riesgo de agravamiento de conflictos entre trabajo y vida privada. También en la gestión de los límites entre el tiempo dedicado al trabajo y a los asuntos personales (incluyendo el propio descanso y la desconexión del trabajo). Esto se hace más evidente en personas con hijos o que conviven con personas con necesidad de apoyo o supervisión.
Recomendaciones para no perder la salud teletrabajando
Lo anterior nos debería llevar a una reflexión sobre si estamos desconectando de forma efectiva de nuestro trabajo. Igualmente tenemos que plantearnos si está afectando de alguna manera a nuestra salud y vida personal.
Una vez hayamos reflexionado, habría que plantearse ciertas cuestiones, tanto con nuestros empleadores como con nosotros mismos:
- Establecer unos objetivos de trabajo claros y adaptar el horario a la consecución de estos objetivos. Es decir, flexibilizar la jornada laboral para adaptarla mejor a la realidad del trabajador.
- Fijar descansos y permisos para desconectar del trabajo en momentos específicos o en respuesta a las necesidades del trabajador.
- Limitar la disponibilidad al horario establecido y, si es el caso, delimitar bien la funciones de cada trabajador.
- Tener en cuenta a aquellos trabajadores con responsabilidades de cuidado, las cuales pueden dar lugar a imprevistos que pueden retrasar la realización de algunas tareas asignadas.