Los pasillos del Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino en Managua están aún muy lejos de mostrar el dinamismo y la exaltación que solía tener por el movimiento de visitantes del extranjero.
Por Carolina Barrantes
Mientras el resto de la región trabaja para reactivar el turismo y avanza hacia la normalización de las actividades aeroportuarias, con notables aumentos en el flujo de vuelos de las principales aerolíneas del mundo, la situación es muy distinta en la capital nicaragüense, donde el gobierno mantiene medidas muy restrictivas para frenar los contagios por COVID-19.
Solo Avianca y Copa han reactivado sus operaciones en Nicaragua e incluso las fortalecieron: la primera adicionó 18 vuelos y más frecuencias en las rutas Managua-Miami y San Salvador, mientras que la segunda sumó tres vuelos a los ya programados. Aeroméxico se unió recientemente a ellas, desde 1 de julio, con tres vuelos por semana, luego de más de un año de suspensión. Sin embargo, las estadounidenses United Airlines, American Airlines y Spirit aún postergan la fecha de reinicio, lo que tiene seriamente preocupados a representantes empresariales y turísticos, dada su relevancia en el mercado global.
“Es dramática la situación porque no hay disposición de las autoridades para ayudar al sector a salir adelante. No se han tomado medidas de apoyo económico para que las empresas puedan saldar sus obligaciones, ni tampoco para reactivar las llegadas de visitantes vía aérea. La mayoría de aerolíneas volvieron al resto de los países de región en los últimos tramos del año pasado, pero en Nicaragua el proceso va demasiado lento”, explica Lucy Valenti, presidenta de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur).
¿Qué frena la llegada de las aerolíneas?
Si bien la nación nunca cerró fronteras, el gobierno del presidente Daniel Ortega estableció un protocolo de bioseguridad único en la región que obliga a las aerolíneas a enviar la lista de sus pasajeros con resultado negativo de las pruebas de PCR con anticipación a las autoridades de Aeronáutica Civil y al Ministerio de
Salud, a la vez que exige resultados de la prueba a la propia tripulación. Esa última medida ha sido de las principales trabas ya que va en contra de las le- yes de privacidad de esos profesionales.
Los empresarios comprenden que el gobierno debe velar porque no crezcan exponencialmente los casos de personas enfermas, pero consideran que las medidas deben ajustarse para respaldar a un sector que viene mal desde el 2018, a raíz del conflicto so- cio-político que no cesa en la nación.
“El que la cantidad de asientos hacia Nicaragua sea tan poca significa que el costo de los boletos es altísimo, lo cual nos deja en una posición muy poco competitiva frente a otros destinos. Aunque se ha promovido el turismo interno, que se ha movido bien en fechas especiales como Semana Santa y el Día de la Madre, los nacionales no invierten tanto dinero en vacacionar como los extranjeros”, sostiene Valenti.
Para Carmen Hilleprandt, presidenta de la Cámara de Comercio y Servicios de Nicaragua, otro impacto preocupante es que no cesan los cierres en hoteles, en especial los pequeños, que luchan contra las deudas y para poder pagar impuestos. “Hasta una marca consolidada como el Intercontinental a llegado a estar al 15% de su capacidad instalada y tuvo que despedir personal, luego de haber invertido recursos en mejoras en sus instalaciones y en la apertura de restaurantes. Nicaragua es un país atractivo por sus bellezas naturales y por ser barato para comprar, pero eso de nada sirve si no recibimos visitantes. Se necesitan más vuelos, con el compromiso de trabajar con responsabilidad y equilibro, impulsando, por ejemplo, que vengan turistas que ya están vacunados y el uso de mascarilla”, considera Hilleprandt.
Cifras en duda
La llegada de turistas (incluyendo excursionistas) creció un 17,7% en el primer trimestre de este año, con respecto al último trimestre del 2020, según el Instituto Nacional de Información de Desarrollo, que no precisa la cifra exacta. Sin embargo, si se hace un comparativo interanual, se visualiza una reducción del 83,1%.
Por otra parte, los empresarios turísticos asocian la señalada mejora con el arribo de nicaragüenses que llegan a visitar familiares. No obstante, aunque sus tiempos de estadía son más largos, el gasto promedio es mucho menor al que registran los turistas no residentes, que ronda los US$30 diarios. De ahí su demanda por una pronta y atinada reacción del gobierno, en favor de reavivar la industria de los viajes, el placer y las actividades conexas.