El gigante del gas y petróleo quiere poner fin a 114 años de historia de la multinacional anglo-neerlandesa.
Por Revista Summa
El Gobierno neerlandés, que preside Mark Rutte, ve con preocupación el efecto que sobre las inversiones y el empleo tendrán los planes de abandonar el país de multinacionales como Unilever y la petrolera Shell, un sector que emplea a dos millones de trabajadores y que están entre los sueldos más altos de Países Bajos.
Al conocer estos planes, el liberal Mark Rutte se apresuró a buscar vías para convencer a Shell de no llevarse su sede neerlandesa a Londres, incluso tratando de abolir el impuesto a los dividendos, pero no parece que haya esperanzas, ni siquiera entre sus socios de gobierno.
El gigante del gas y petróleo quiere poner fin a 114 años de historia de la multinacional anglo-neerlandesa: incluso quitará de su nombre “Royal Dutch” (real neerlandesa) y dejará solo “Shell”, una noticia que llegó por sorpresa como un golpe a un país pequeño siempre orgulloso de su prestigio internacional como anfitrión de multinacionales reconocidas y se llevará, junto a Unilever, casi 1.000 millones de euros en ingresos fiscales.
“El clima empresarial neerlandés se deteriorará con la salida de Shell”, advirtió la asociación de empresarios VNO-NCW, que la consideró una “gran pérdida”, puesto que es la segunda multinacional que dejaría Países Bajos rumbo a Londres en un año.
Pero el experto en derecho tributario Jan van de Streek, de la Universidad de Leiden, subrayó a Efe que Shell y Unilever son “dos casos especiales porque ambas empresas tienen doble nacionalidad, siempre han tenido un pie en el Reino Unido y, obviamente, cuando decidieron centralizar su sede, tuvieron que elegir un país”.
“La salida de Shell de Países Bajos, obviamente, daña nuestra reputación. Esto puede tener un efecto adverso en nuestra imagen favorable a las empresas, pero creo que no deberíamos exagerar este efecto”, afirmó.
En la actualidad, Shell tiene una estructura dual: es una empresa británica con sede en La Haya y dos clases de acciones, A y B. Justifica su marcha en un intento de poner fin a esta estructura compleja, con doble trabajo y diferencias legales, lo que complica la captación de capital y de las grandes adquisiciones. Los accionistas votarán en diciembre la propuesta.
Shell no cerrará su oficina en La Haya: de los 8500 empleados que tiene aquí, solo se llevará a los altos directivos, el golpe es más bien fiscal.
Estas mudanzas han llegado después de años de un acalorado debate sobre la tasa a los dividendos, que es del 15 % en Países Bajos mientras es inexistente en el Reino Unido. Rutte intentó abolirla cuando Unilever anunció que se iba, y lo volvió a intentar ahora con Shell, pero no logró apoyo parlamentario, ni de sus socios Unión Cristiana y los progresistas D66.
El ministro en funciones de Asuntos Económicos, Stef Blok, al mando de las consultas de esta semana sobre la petrolera, subrayó que “era lógico que se preguntara a varios grupos sobre cómo veían el movimiento de Shell” y calificó de “elefante en la sala” ese impuesto.
“El Reino Unido no aplica una tasa de retención sobre los dividendos pagados, por lo que, para los accionistas, especialmente los ubicados en paraísos fiscales, la ausencia de un impuesto de retención de dividendos es una ventaja”, señaló.
Añadió que, además de las multinacionales con sede neerlandesa, como Heineken, Philips o ASML (chips), Países Bajos tiene “una gran inversión extranjera por parte de subsidiarias de multinacionales” como Nike o Ikea, y para estas sucursales “no hay retención de dividendos”.
“Fue un paso inteligente mantener la retención de dividendos desde la perspectiva moral y del bienestar. Creo que habría sido perjudicial para el bienestar total haberla abolido. Quizás habríamos mantenido las sedes centrales de Unilever y Shell, pero habríamos perdido alrededor de 2.000 millones de euros de ingresos anuales”, calculó van de Streek.
Además, analizó, “habría tenido efectos negativos sobre la moral fiscal” en Países Bajos si el gobierno hubiera cedido “a las demandas de dos multinacionales de abolir un impuesto específicamente para ellas”.
De todos modos, la imagen nacional de Shell tampoco es la misma que cuando llegó en 2004. En mayo, un juez neerlandés le exigió adherirse al Acuerdo Climático de París y bajar de forma más acelerada sus emisiones, con una reducción neta del 45 % en 2030, pero la empresa asegura que ese fallo no ha influido en su decisión de irse a Londres.
Además, añade presión un proyecto de ley presentado por los verdes GroenLinks y criticado por incompatible con la legislación europea, que busca retener con multas millonarias a empresas que quieran irse a otro país para eludir impuestos, lo que se planteó en octubre del año pasado para impedir a Unilever fusionar en Londres su sede angloneerlandesa.
“No espero que otras empresas multinacionales de base neerlandesa abandonen Países Bajos debido a la retención sobre los dividendos, o cualquier otro impuesto”, dijo Van de Streek.