Es probable que un nuevo gobierno de Trump busque adoptar un enfoque bilateral del comercio global.
Por Revista Summa
Si bien los candidatos presidenciales de Estados Unidos (Aaa negativa), la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump, tienen propuestas de política económica y fiscal marcadamente diferentes, anticipamos que el próximo gobierno mantendrá su orientación hacia políticas comerciales más estrictas y prioridades en materia de inmigración, independientemente de quién gane las elecciones el 5 de noviembre. La capacidad del próximo gobierno para implementar políticas dependerá del equilibrio de poder en el Congreso.
» La política comercial de EE. UU. probablemente mantendrá una postura proteccionista, ya que el país buscará contrarrestar el creciente dominio de China (A1 negativa) en sectores estratégicos y las cadenas de suministro globales. El creciente comercio de China en América Latina y la inversión en infraestructura para fabricación y energía renovable podrían aumentar aún más las tensiones con EE. UU., independientemente de quién asuma la presidencia. La agenda comercial de Harris conservaría los aranceles selectivos del presidente Joe Biden y buscaría fortalecer las relaciones con los aliados, mientras que un nuevo gobierno de Trump sería más propenso a promulgar políticas comerciales generales, lo que podría generar represalias, poner en riesgo el crecimiento global y acelerar la inflación, lo que reduciría la demanda externa de exportaciones de América Latina.
» Es probable que el próximo gobierno de EE. UU. continúe con sus esfuerzos por contener los cruces fronterizos no autorizados y reducir el número de solicitudes de asilo concedidas. Se espera que tanto Harris como Trump persistan en alentar a México (Baa2 estable) y los gobiernos centroamericanos a impedir que los inmigrantes indocumentados lleguen a EE. UU. Harris apoyaría medidas de control fronterizo más estrictas y buscaría simplificar el proceso por medio del cual los inmigrantes que ya se
encuentran en EE. UU. obtengan la residencia legal permanente. Un nuevo gobierno de Trump probablemente adoptaría un enfoque más duro, como aumentar las deportaciones o amenazar con restablecer las separaciones familiares o aplicar nuevos aranceles comerciales a los productos mexicanos. Estas medidas podrían obstaculizar los flujos comerciales, financieros y de inversión.
La transición a una economía baja en carbono seguirá avanzando con las iniciativas del sector privado, los mandatos estatales y las preferencias de los consumidores. Es probable que Harris continúe con las políticas ambientales de la administración de Biden, mientras que Trump ha prometido revertir algunas de ellas. Fomentar la transición energética en América representaría una oportunidad para que EE. UU. profundice los lazos comerciales regionales y contrarreste la influencia de China en la región.
Sudamérica se ha convertido en un destino importante para la inversión verde de China y es socio comercial para los minerales, que resultan fundamentales para las tecnologías verdes.
» Cualquiera de los dos gobiernos aumentaría los esfuerzos de EE. UU. por frenar la influencia y el poder de los cárteles de droga, lo que requeriría el intercambio de inteligencia y la colaboración con América Latina. Una administración de Trump probablemente sería menos activa al abordar las preocupaciones del gobierno estadounidense en la región relacionadas con la corrupción y el debilitamiento de las instituciones democráticas en comparación con una administración de Harris.
Las tensiones entre Estados Unidos y China influirán en la política hacia América Latina y el Caribe
Durante la próxima administración, los objetivos bipartidistas de la política económica de EE. UU. (Aaa negativa) sobre la resiliencia de la cadena de suministro y la capacidad industrial influirán en la política comercial estadounidense hacia América Latina. La política comercial probablemente mantendrá una postura proteccionista, en vista de las crecientes fricciones geopolíticas, las preocupaciones en materia de seguridad nacional y las rivalidades tecnológicas. Los dos principales partidos estadounidenses buscan contrarrestar el creciente dominio de China (A1 negativa) en los sectores estratégicos y las cadenas de suministro globales. Sin embargo, las agendas de Harris, candidata del Partido Demócrata, y Trump, candidato del Partido Republicano, tienen algunas diferencias clave en cuanto al comercio y a la forma de contrarrestar la creciente influencia económica y política global de China.
Es probable que un nuevo gobierno de Trump busque adoptar un enfoque bilateral del comercio global, en lugar de un enfoque colaborativo. Las políticas comerciales generales que reemplazan el enfoque selectivo y escalonado de la administración de Biden con respecto a las restricciones comerciales aumentarían el riesgo de represalias, con posibles efectos negativos en el crecimiento global y la inflación. Esto podría reducir la demanda externa de exportaciones de América Latina y presionaría los tipos de cambio, lo que complicaría la política monetaria. Las amenazas arancelarias podrían convertirse en herramientas de negociación, como lo hicieron en 2019, cuando el entonces presidente Trump amenazó con aplicar un arancel del 5% a todas las importaciones mexicanas, a menos que México (Baa2 estable) tomara las medidas necesarias para detener el aumento de la inmigración centroamericana.
La agenda comercial de Harris sería en gran medida una extensión de la del presidente Biden, la cual fortalecería las relaciones con aliados y socios. Un gobierno de Harris buscaría desarrollar una respuesta coordinada a las políticas de China que perjudican a las industrias estadounidenses, al tiempo que mantendría restricciones específicas sobre China y colaboraría con instituciones multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo o el Banco Centroamericano de Integración Económica.
El creciente comercio de China en América Latina y la inversión en infraestructura de energía renovable y tecnología de punta podrían aumentar las tensiones con EE. UU., independientemente de quién asuma la presidencia. El gobierno estadounidense intentaría que América Latina no profundice aún más sus lazos con China y buscaría promover el comercio y la inversión con EE. UU. Sin embargo, los países latinoamericanos en general no quieren elegir entre EE. UU. y China, sino que preferirían mantener relaciones comerciales con ambos, más aún si EE. UU. no ofrece alternativas de inversión y financiamiento que contrarresten las ofertas de China.