Marcas de lujo encontraron un hogar en la Quinta Avenida, entre las calles 34 y la 59.
Por EFE
La Quinta Avenida, donde se despliegan lugares tan emblemáticos de Nueva York como el Central Park, el Empire State Building, la Torre Trump o el Rockefeller Center, acaba de cumplir 200 años y goza de buena salud, pues sigue siendo el escenario de todos los grandes desfiles que transitan por la Gran Manzana y de numerosas películas.
En ‘La Quinta’ ha podido verse a Carrie Bradshaw (‘Sex and the City’) visitando su tienda favorita Saks, como antes había hecho Audrey Hepburn en ‘Breakfast at Tiffany’s’; a Spiderman salvando en 2002 de la Catedral San Patricio a Mary Jane Watson y llevándola al mítico Rockefeller Center, o a los ‘Ghostbuster’ investigando las apariciones paranormales en la Biblioteca Pública
La avenida, con sus 10 kilómetros, es una de las más largas de Manhattan. Comienza en el norte del popular parque de Washington Square y sube hasta la calle 143 en Harlem. Nació como parte de un plan urbano y su primer tramo fue inaugurado el 1 de noviembre de 1824, en lo que hoy se conoce como el Greenwich Village, precisamente dos siglos después de que se fundara la ciudad.
Ya entonces era la avenida de las familias más pudientes de la ciudad, y su conexión con el lujo y el poder siempre marcó su carácter: baste decir que Donald Trump la eligió para levantar la Torre Trump mucho antes de ser presidente.
Con la designación de la Quinta Avenida, las familias adineradas, -magnates del ferrocarril, de minería, banqueros, dueños de grandes almacenes- contrataron los arquitectos más famosos para construir sus palacios entre fines del XIX y principios del XX, imitando los modelos europeos, ya fueran renacentistas, rococó y neogóticos.
Las primeras mansiones se levantaron alrededor de Washington Square y hasta la calle 14, e incluyeron entonces centros de culto como la primera iglesia presbiteriana de la ciudad, que aún se mantiene en pie.
Riqueza, lujo y glamour
Así estos palacios -muchos de los cuales fueron demolidos para dar paso a edificios de apartamentos- fueron construidos para los Astor, Carnegie, Vanderbilt, Post o Frick durante lo que Mark Twain llamó ‘la edad dorada de la prosperidad’, una era en la que las grandes familias competían por construir el edificio más lujoso.
Y no reparaban en gastos: la mansión a la que en 1916 se mudó Marjorie Merriweather Post, heredera del emporio de cereales Postum, tenía 54 habitaciones.
Y con la de Marjorie competían en esos primeros años del siglo XX cientos de palacios, a cada cual más extravagante. Era la época de El Gran Gatsby, aunque esa novela se sitúa en Long Island y no en la Quinta.
En esa época dorada, la Quinta Avenida era el lugar donde salir a pasear, «a ver y ser vistos», y los neoyorquinos se vestían con sus mejores galas. Los ricos vecinos de la Quinta se opusieron con uñas y dientes a que el naciente metro neoyorquino pasara por allí y afeara su avenida con sus olores, su estruendo y sus masas de trabajadores.
A la par que los primeros automóviles, la Quinta Avenida se fue llenando de los primeros hoteles de lujo, conforme se extendía hacia el norte: el Saint Regis que abrió sus puertas en 1904, el Gotham (hoy Península) en 1905 y el famoso Plaza en 1907. En este último se filmó otra película muy querida por el gran público, ‘Home Alone’.
Marcas de lujo encontraron un hogar en la Quinta Avenida, entre las calles 34 y la 59, donde sus vitrinas deslumbran a visitantes con sus exclusivas mercancías.Entre ellos destacan los grandes almacenes como Bergdorf Goodman, que abrió en 1928, y Saks Fifth Avenue, las joyerías Bulgari, Cartier o Tiffany o las boutiques de Prada, Gucci y Versace, convirtiendo la avenida durante años en centro del «shopping» mundial. Más tarde se sumaría Apple.
El Rockefeller Center y la Catedral
Uno de los grandes atractivos de la Quinta es el Rockefeller Center (construido entre 1931 y 1939), que cada año atrae a millones de personas, especialmente para ver su tradicional árbol de Navidad y patinar en su pista de hielo. Al lado del Rockefeller, la Catedral de Saint Patrick, una extravagancia neogótica en la ciudad de los rascacielos, es otro hito obligado de la Gran Manzana.
Algo más arriba comienza «la milla de los museos», con galerías tan famosas como el Metropolitan, el Guggenheim, el museo de la ciudad o el museo del Barrio. Desde sus ventanas puede contemplarse el Central Park en todo su esplendor.
La Quinta Avenida es además desde hace más de cien años el itinerario de los desfiles ‘comunitarios’, siendo los más tradicionales el italiano, el irlandés o el hispano, que implican a miles de participantes que una vez al año hacen gala de su doble identidad en esta ciudad que acoge a todas las culturas del mundo.
La Quinta Avenida cumple ahora sus 200 años enfrentando su primer rediseño en varias décadas para ampliar sus aceras, acortar cruces peatonales, reducir el número de carriles de tráfico y dotar a esta famosa calle de una mejor iluminación, según los planes de la Alcaldía.