Se proyecta que esta nación tendrá uno de los mayores crecimientos a nivel regional en 2021, con una estimación de 3,8%, mientras que el gobierno sigue trabajando para lograr sostenibilidad macroeconómica, mayor bienestar social y mermas en la violencia.
POR Jenny Lozano, Loida Martínez y Ana Elsy Mendoza.
Su ubicación estratégica, el desarrollo de la industria y continuos esfuerzos para diversificar sus exportaciones, junto con altos ingresos por remesas y una población joven y en crecimiento, son parte de las múltiples fortalezas de Honduras. Gracias a ellas, entre 2017 y 2019 la nación ha registrado la segunda tasa de crecimiento económico más alta de la región: 4,8%, 3,7% y 2,7%, respectivamente, solo superadas por Panamá, según el Banco Mundial (BM). Superan los promedios de América Central y están muy por encima de las de América Latina y el Caribe.
Sin embargo, el sui generis 2020 frenó el avance. De esperar un alza en el PIB anual de entre 3-3,4% por la continuación de políticas macroeconómicas prudentes, en diciembre dicho indicador cerró en -9,7%. A diferencia de los demás países del Istmo, no solo enfrentó los impactos por la crisis sanitaria por la pandemia de coronavirus, sino que también sufrió los embates de las tormentas tropicales Eta e Iota, que en conjunto dejaron pérdidas superiores a los 100.000 millones de lempiras (unos US$4.150 millones), el efecto más devastador de la historia nacional.
Además, en medio de la desaceleración mundial y las prolongadas medidas de contención, hubo caídas más pronunciadas de lo esperado en el comercio, la inversión y el consumo, aunadas a las grandes pérdidas en la producción nacional. La industria manufacturera y los servicios también se vieron duramente afectados.
Resistencia colectiva
Los históricos problemas socia- les del país se han visto acrecentados con el triple shock externo (pandemia+Eta+Iota). Dejaron a 7 de cada 10 hondureños en condición de pobreza, el desempleo se disparó y Juan Carlos Sikaffy, presidente del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), ha expresado que la paralización o interrupción de actividades en el sector privado ha hecho que más de dos millones de personas tengan “problemas serios” de ingresos. Las empresas más afectadas son las mipymes, que son unas 300.000 registradas, aportan cerca del 25% PIB y generan alrededor del millón de empleos. Se estima que prácticamente todas disminuyeron operaciones y más del 70% se enfrentó a cierres.
“El sector no está herido a muerte. Si algo hemos comprobado nosotros, una y otra vez, es que en Honduras siempre fallan los pronósticos catastróficos, pese a que los escenarios se presenten muy adversos”, sostiene Mauricio Díaz Burdett, del Foro Social de Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (FOSDEH).
Relata que en el caso de los emprendedores lo que se observa es una lenta pero persistente reanimación de sus actividades económicas y una gran creatividad para tratar de encontrar mecanismos que les permitan responder a la amenaza e integrarse a cadenas de producción y comercialización alternas. Junto al instinto de supervivencia, su rápida reacción también se explica con el hecho que tienen entre 31 y 50 años, casi un 40% son mujeres, 98% tienen educación formal básica y cuentan con experiencia en su campo de negocios.
“En ese puñado de datos está la clave que explica que Honduras, con todos sus antecedentes de violencia, desigualdad y confrontación política, muestre un alto grado de gobernabilidad”, sentencia.
Sin duda, el país ha sido resiliente y si bien hay críticas por el manejo de la situación y las medidas de alivio, catalogadas como insuficientes, ya se encamina a la recuperación, con un panorama esperanzador. César Addario, vicepresidente regional de la empresa de servicios financieros EXOR, indica que los principales retos en este momento son encauzar la ruta que ya traía trazada, con un mejor aprovechamiento del potencial logístico por su posición geográfica, su base industrial y su moderna infraestructura portuaria, paralelo a una mejora en la resiliencia ante los fenómenos climáticos y la ejecución de proyectos de infraestructura que mejoren su competitividad. Para Rafael Medina, de la Cámara de Comercio e Industria de Tegucigalpa, el ritmo de la reactivación económica y lograr la expectativa de crecimiento económico dependerá de mejorar la estrategia de salud del gobierno y garantizar pronto acceso a la vacuna. De lo contrario, la economía se seguirá contrayendo por el riesgo de que los hondureños que van a trabajar se contaminen y no encuentren la atención correspondiente en los hospitales.
El tema fiscal es otro gran reto. El Estado tendrá menos recursos para afrontar los temas principales de salud, educación y seguridad por lo que los líderes gremiales demandan un uso “juicioso y transparente” de los recursos. “La deuda pública con respecto al PIB puede llegar a cifras que no mirábamos desde hace muchos años y superar el 60%. Tenemos que cuidar la salud macroeconómica del país y hacer un esfuerzo para aumentar la base tributaria, aunque re- conocemos que es difícil, debido a la desaparición de muchas empresas por la coyuntura”, añade Medina.
Apoyo internacional
Mayor financiamiento externo es una de las vías consideradas por el Ejecutivo para la reactivación. El BM, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), entre otros, han destinado a Honduras poco más de US$2 millones por medio de sus mecanismos de emergencia. Sin embargo, el presidente Juan Orlando Hernández ha hecho un llamado para que “sean más generosos en sus aportes”, apelando a que el país es un buen pagador, cambió su manera de dirigir la macroeconomía y necesita mantener activa la economía para reducir el impacto del COVID-19.