Por Sanaa Abouzaid, Gerente Regional de IFC para Centroamérica
Este año conmemoramos el Dia Internacional de la Mujer en un contexto sin precedentes: una pandemia global que, si bien no hace distinción de género, alrededor del mundo ha dejado en evidencia que afecta de manera desproporcionada a las mujeres, y particularmente a las emprendedoras.
Reportes de IFC y del Banco Mundial demuestran que muchos de los trabajos que se han visto afectados por la crisis son realizados en mayor proporción por mujeres, particularmente en el sector de servicios y en la industria de manufactura, importante generador de empleos en los países Centroamericanos. De la misma forma, por la sistemática desigualdad en la distribución de las tareas del hogar, las mujeres y las niñas están asumiendo un mayor grado de la responsabilidad del cuidado del hogar y la familia, lo que está afectando su participación efectiva dentro de la fuerza laboral. Además, es más frecuente que mujeres trabajen en empleos informales, lo que las priva de planes de protección social que gobiernos están ofreciendo para mitigar el impacto de la crisis.
En paralelo a una respuesta efectiva en materia de salud ante la pandemia del COVID-19, los países de la región están centrados en planes de recuperación y reactivación económica, y muy poco se ha enfocado en atender la brecha de género.
Tan solo abordar la brecha de género en el ámbito laboral tendría un impacto positivo y significativo en el PIB de los países. Pero para eso, hace falta que las mujeres puedan tener un acceso a financiamiento para emprender y hacer crecer sus negocios. La inclusión financiera es un factor clave para reducir la desigualdad, sin embargo, tiene poco protagonismo en las discusiones sobre género.
Las mujeres tienen constantemente menos acceso a crédito que los hombres. En Centroamérica, el promedio es de un 10% menos en comparación a los hombres.
Según el Reporte Global del Monitor Emprendimiento Femenino (GEM, por sus siglas en ingles), la actividad emprendedora de las mujeres centroamericanas es ligeramente menor que las latinoamericanas. Además, hay una tendencia mucho mayor de que las mujeres en Centroamérica elijan emprender por necesidad: un 44.5% de los emprendimientos en Centroamérica surgen por necesidad, versus el 29.9% en América Latina. El problema con esto, según estudios de esta misma organización, es que elemprendimiento por necesidad suele ser más propenso al fracaso, no está orientado al crecimiento y tiende a crear trabajo más precario, en lugar de empleos de calidad.
Si analizamos la brecha en el acceso a cuentas bancarias en las instituciones financieras, la diferencia oscila entre el 5% y el 14%, dependiendo del país. Pero hay formas de afrontar esto, si conocemos su raíz.
Una de las razones por las que las mujeres siguen teniendo menos oportunidades que los hombres de acceder a financiamiento para sus emprendimientos es la falta de propiedad inmueble y de vivienda, que los bancos exigen como garantías necesarias para ofrecer un préstamo, y por ende es un obstáculo importante para que accedan a la financiación formal.
La segunda razón tiene que ver con un gran nivel de desconocimiento por parte de las mujeres empresarias en cuanto a productos y servicios financieros y cómo solicitarlos. Pero más allá de eso, las propias instituciones financieras todavía no comprenden ni sacan provecho del potencial de negocio que tienen las empresas lideradas por mujeres, que productos son adecuados para ellas o como atraerlas.
La tercera razón es la percepción errónea de que las mujeres son clientes riesgosos, incluso cuando se trata de la financiación por parte de familiares y amigos, porque en ocasiones se perciben sus empresas como un trabajo paralelo, más que un negocio real.
Paradójicamente, investigaciones de IFC y el Banco Mundial demuestran exactamente lo contrario. Las mujeres cumplen con los pagos de sus préstamos en periodos más cortos, y con tasas de interés más altas. Quizás es porque las empresas dirigidas por mujeres tienden también a ser más estables, toman menos riesgos y sobreviven mejor a crisis financieras.
Este año, la Organización de Naciones Unidas eligió tema para conmemorar este Dia Internacional el de “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”. Esto empieza por darle las herramientas a las mujeres para que puedan liderar, incluso en materia financiera.
Claramente no hay una solución única, por el contrario, requiere de la participación de múltiples actores en múltiples niveles. Desde los reguladores en la elaboración de políticas que promuevan el acceso inclusivo al financiamiento para las mujeres, hasta el propio sector privado, particularmente las instituciones financieras, en el fortalecimiento de la oferta para este segmento. Hay ejemplos y mejores prácticas a nivel global que evidencian que invertir en las mujeres es bueno para el negocio e incluso en los países Centroamericanos se han lanzado iniciativas pioneras e innovadoras centradas en género.
Por ejemplo, Panamá lanzo el primer programa de préstamos hipotecarios exclusivamente mujeres, de modo que puedan tener acceso a una vivienda y, con eso generar mayores oportunidades para acceder a financiamiento empresarial. En El Salvador se lanzó recientemente el primer programa de financiamiento con enfoque de género respaldado por remesas. En ambos países, bancos lideres están centrándose en programas de inteligencia de genero para especializar al sector bancario en la financiación de negocios propiedad de mujeres.
La recuperación económica va a depender del emprendimiento, de las pequeñas y medianas empresas que tantos empleos generan en nuestros países, incluyendo en gran medida a las mujeres emprendedoras. Menos de la mitad de estos negocios cuentan con financiamiento para capital de trabajo, y la pandemia solo ha creado más obstáculos. Centremos esfuerzos en ofrecer el financiamiento y las herramientas que necesitan para hacer crecer sus negocios: es bueno para las mujeres, para sus familias, para los bancos, para los puestos de trabajo que se protegen, se crean, y para tener empresas más resilientes que sigan contribuyendo a la economía de Centroamérica.