Liderar no es hacer más, sino ayudar a que cada persona pueda dar lo mejor de sí.
Por Janeth Rodríguez, vicepresidente de Revenue Latam en Infobip.
Cuando un líder insiste en hacerlo todo porque «nadie lo hace mejor», el resultado no es eficiencia, sino un equipo desmotivado, dependiente y con bajo margen de crecimiento. Delegar no es desentenderse: es generar confianza, establecer objetivos claros y reconocer el valor de cada integrante del equipo.
Uno de los grandes desafíos del liderazgo contemporáneo es reconocer cuando el deseo de perfección se convierte en un obstáculo. A menudo, lo que parece un alto estándar de calidad esconde una tendencia a controlar cada detalle, lo que puede frenar la autonomía de los equipos y disminuir su rendimiento.
Del control a la confianza
Diversas investigaciones revelan que los entornos laborales dominados por el micromanagement impactan directamente en el bienestar de los empleados. De hecho, el 75 % de los trabajadores que se sienten constantemente supervisados reportan niveles altos de estrés, y más de la mitad de ellos contempla dejar su puesto en menos de dos años.
Este tipo de dinámica afecta no solo la salud mental de los equipos, sino también los indicadores de rotación y productividad de las organizaciones. Un liderazgo que no sabe delegar es un cuello de botella en los procesos y, a la larga, un factor de estancamiento para los proyectos.
Delegar con intención
Ceder tareas no implica desaparecer del mapa. Implica guiar, definir prioridades, dar seguimiento y ofrecer retroalimentación oportuna. Una delegación eficaz crea un espacio donde cada persona puede aportar desde su experiencia, lo que además de aliviar la carga de los líderes, fortalece la cultura de colaboración.
Confiar en el equipo libera tiempo y energía para que quienes dirigen puedan enfocarse en lo estratégico, en lugar de perderse en los detalles de la ejecución.
Especialización, no omnipresencia
Creer que un líder debe saber de todo y controlar todo es una idea poco realista y contraproducente. Nadie puede ser experto en todas las áreas. Por eso, contar con equipos diversos y competentes, capaces de operar con independencia, es fundamental para alcanzar objetivos ambiciosos.
El proceso comienza en la contratación: elegir personas con las capacidades técnicas y habilidades blandas adecuadas y con la disposición para asumir responsabilidades sin requerir supervisión constante.
Reconocer es liderar
El reconocimiento es una herramienta poderosa. Celebrar los logros individuales —por pequeños que sean— fortalece el sentido de pertenencia, impulsa la motivación y crea un ambiente donde las personas se sienten valoradas. El liderazgo no se trata de protagonismo, sino de visibilizar el trabajo colectivo.
Autonomía con acompañamiento
Brindar autonomía al equipo, de la mano de un acompañamiento estratégico, implica marcar el rumbo y asegurar los recursos necesarios para que el equipo avance. Esto incluye mantener canales de comunicación abiertos, ofrecer orientación cuando sea necesario y definir claramente los objetivos. Es un equilibrio entre dar libertad y estar presente.
En definitiva, liderar no es hacer más, sino ayudar a que cada persona pueda dar lo mejor de sí. Si estás al frente de un equipo, quizás sea momento de preguntarte: ¿estás guiando o controlando? ¿Estás sumando o estorbando? Saber soltar es también saber liderar.