El pacto alcanzado por Londres y Bruselas permite mantener abierta la frontera entre las dos Irlandas tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Por Expansión
La Cámara de los Comunes dio este martes luz verde a la legislación que otorgará al Gobierno británico la capacidad para modificar de manera unilateral los mecanismos acordados con la Unión Europea (UE) para mantener abierta la frontera entre las dos Irlandas tras el Brexit.
El primer ministro británico, el conservador Boris Johnson, hizo valer su mayoría absoluta en la cámara para aprobar por 340 votos frente a 256 la llamada ley de Mercado Interno, que ha enturbiado las negociaciones sobre la futura relación entre el Reino Unido y el bloque comunitario, que continúan esta semana.
Tras abandonar la Unión Europea el 31 de enero, el Reino Unido está en un periodo de transición hasta finales de año durante el cual negocia un acuerdo de libre comercio con Bruselas que rija sus futuras relaciones.
Para evitar una ruptura brutal de catastróficas consecuencias económicas, dicho acuerdo debería cerrarse en octubre, dejando tiempo a su ratificación.
La novena ronda de negociaciones comenzó el martes en Bruselas, pero las anteriores fueron infructíferas y la tensión creció desde que Johnson dijo estar dispuesto a incumplir el Acuerdo de Retirada, un tratado internacional legalmente vinculante en vigor desde hace meses.
La idea provocó una rebelión inicial en las filas de su Partido Conservador, pero finalmente los diputados aprobaron este martes el controvertido «proyecto de ley del mercado interno» por 340 votos contra 256.
La portavoz de la oposición laborista para Empresas, Lucy Powell, alertó de que el texto respaldado hoy por los diputados «es una mala legislación que va en contra del interés nacional».
El plan del gobierno «viola la legalidad» internacional y puede «romper el Reino Unido», advirtió la laborista.
La legislación pasará ahora a la Cámara de los Lores, donde los conservadores no tienen mayoría. Con todo, si la Cámara Alta introdujera cambios, estos deberían ser refrendados por los Comunes.
La paz en Irlanda
Aprovechando una armonización posbrexit del comercio entre las cuatro naciones del Reino Unido, este texto modifica la aplicación de tarifas y controles aduaneros en Irlanda del Norte, previstos por el Acuerdo de Retirada.
Este incluye un dispositivo por el cual esa provincia británica mantendrá las reglas del mercado común europeo para evitar reimponer una frontera con la vecina República de Irlanda y preservar la frágil paz que reina en la isla desde el Acuerdo del Viernes Santo de 1998 que puso fin a tres décadas de sangriento conflicto entre republicanos católicos y unionistas republicanos.
Las autoridades europeas denunciaron los planes de Johnson como una amenaza a esa estabilidad y le llamaron a retirarlos antes del miércoles so pena de acciones legales.
Pero el primer ministro se defendió afirmando que si Londres y Bruselas no alcanzan un acuerdo comercial, dicho dispositivo permitiría a la UE «imponer fronteras aduaneras» dentro de su país.
Incluso el enviado especial del presidente estadounidense Donald Trump, Mick Mulvaney, dijo recientemente que esto podría poner «en peligro» el Acuerdo del Viernes Santo.
«Cuando hasta la administración Trump» sale en defensa del derecho internacional «sabes que tienes un problema», lanzó el opositor laborista Ed Miliband.
Negociación contrarreloj
Algunos conservadores como la ex primera ministra Theresa May se opusieron al texto, afirmando que el gobierno estaba «actuando de forma imprudente e irresponsable, sin pensar en el impacto a largo plazo» y el «daño incalculable a la reputación del Reino Unido».
Pero Johnson logró impedir la rebelión interna aceptando dar a los diputados la última palabra a la hora de aplicar dichos cambios.
Esto sin embargo no debería bastar para calmar la ira de sus ex socios europeos, para quienes no respetar lo firmado rompe la «confianza» necesaria en la compleja y estancada negociación comercial.
Los líderes de la UE tienen en agenda una cumbre el 16 de octubre en que deberían discutir si aún vale la pena invertir tiempo y energías en un acuerdo comercial con Londres.
Pero más allá de la controversia por la «ley de mercado interno», negociadores europeos y británicos tienen complicados asuntos pendientes y poco tiempo para resolverlos.
Si no llegan a un entendimiento, a partir del 1 de enero las relaciones comerciales entre la UE y el Reino Unido se realizarían según las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que impondrían cuotas y aranceles y crearían el caos en los puertos británicos.
En el ámbito empresarial, los negociadores deben acordar criterios sobre ayudas estatales y subsidios, ante el temor de la UE de encontrar un poderoso competidor desleal a sus puertas.
También resolver la exigencia europea de que sus pesqueros puedan seguir faenando en las ricas aguas británicas, a lo que Londres se opone.