La pandemia del COVID-19 vino a revolucionar la educación y está dejando una lección a todos los involucrados en el sistema de aprendizaje: a partir de ahora, la vida estudiantil no será igual que antes, la tecnología estará presente y el mayor reto es lograr un acceso universal.
POR Jenny Lozano y Alejandra Soto
El cierre masivo de las actividades presenciales en las instituciones educativas hizo que, de la noche a la mañana, el sistema se viera obligado a transformarse para continuar con el proceso de aprendizaje. Ningún país ni centro educativo estaba preparado para una disrupción a semejante escala; tampoco la población.
Esta situación sin precedentes acarrea con- secuencias en la vida de toda la comunidad. Ha habido un despliegue acelerado de soluciones de educación a distancia para asegurar la continuidad pedagógica, la mayoría haciendo uso de herramientas tecnológicas. Sin embargo, para Stefania Giannini, subdirectora general de Educación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), los métodos han evidenciado múltiples obstáculos, desde brechas en la conectividad y la falta de contenido virtual alineado con los planes de estudio nacionales hasta un profesorado no preparado para esta “nueva normalidad”. Se estima que, independientemente del nivel de educación, el peligro primordial es que las desigualdades en el aprendizaje se amplíen, aumente la marginación y los estudiantes más desfavorecidos se vean imposibilitados de proseguir sus estudios.
“En una publicación reciente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) analizamos como el cierre prolongado de los centros educativos tendrá repercusiones negativas sobre los aprendizajes alcanzados, la escolarización a tiempo, la deserción y la pro- moción. Esto afectará aún más a aquellos estudiantes pobres y de clase media vulnerable, así como a los estudiantes indígenas, migrantes, con necesidades especiales, repitentes y en sobreedad. Además, aquellos que están en los grados y en edades críticas corren un mayor riesgo de ser expulsados por el sistema”, asegura Elena Arias, especialista senior en Educación del BID.
Definitivamente, la situación afecta a todos los niveles y es global, pero existen diferencias entre las experiencias que han vivido los educandos en kínderes, escuelas y colegios con respecto a los universitarios, e incluso brechas muy marcadas entre los países de la región.
Educación superior a prueba
El ámbito universitario ha enfrentado grandes desafíos durante la pandemia, pese a que mostraba mayor avance en materia de transformación digital y uso de herramientas en línea.
“Las universidades ya habían experimentado con programas de formación a distancia, mucho más que la educación escolar, aunque es un poco idealista pensar que están en ventaja por eso porque la situación ha impactado de manera absoluta a todas ellas, de distintas maneras. Ni los docentes ni los estudiantes estaban habituados a recibir educación 100% remota porque hemos estado acostumbrados a clases presenciales”, añade Lucía Verdugo, oficial nacional de Educación de la UNESCO en Guatemala.
Las limitaciones en cuanto a acceso a internet y equipos han ocasionado que algunos no puedan continuar con sus estudios, lo que implica riesgo de abandono de sus planes de carrera, mientras que los problemas de movilidad internacional han afectado a aquellos que se trasladan de un país a otro para realizar sus estudios superiores o pensaban hacerlo. “Algunas universidades cuentan con todas las herramientas tecnológicas, pero otras no, lo cual ha aumentado la brecha de la desigualdad, ya que eso no permite tener calidad y pertinencia en la educación. Además, no todos los estudiantes tienen las mismas oportunidades y condiciones lo que también marca grandes diferencias”, destaca Carlos Alvarado, secretario general del Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA).
En cuanto a los docentes, prepararse para llevar a cabo los procesos que implica una metodología a distancia ha sido un gran desafío. Según Verdugo, “antes de la suspensión había una percepción un poco prejuiciada de la tecnología y los docentes la consideraban como un obstáculo más que una ventaja o un factor positivo. De pronto, tuvieron que adaptarse a hacer educación remota, sin tener la capacitación adecuada para manejar los distintos recursos disponibles. A ese tipo de educación también se le ha llamado Corona Teaching, que consiste en realizar la educación a distancia sin cambiar la metodología o el currículo, sin los medios adecuados, sin modificar los contenidos y, por tanto, sin hacer uso apropiado de lo que podría brin- dar el medio virtual”.
Nueva cultura educativa
Los entrevistados opinan que el parteaguas que constituye la suspensión de clases no tiene vuelta atrás, especialmente en la educación superior.
“Las universidades se están adaptando de tal manera al nuevo sistema que la presencialidad va a ser menor que en el nivel escolar. Nos estamos encaminando a todo el proceso de hibridación que hará que se complemente lo virtual con lo presencial de distintas maneras”, afirma la oficial de la UNESCO en Guatemala.
A nivel escolar, la educación híbrida debe estar enmarcada dentro una estrategia más amplia de transformación del sector educativo, añade Arias, en aras de que incluya no solo inversión en material tecnológico sino también otros pilares como formación docente y desarrollo de modelos pedagógicos centrados en el estudiante, desarrollo de contenidos y materiales digitales de calidad alineados con el currículo, así como la creación de sistemas de gestión escolar que permitan monitorear y evaluar los aprendizajes de los estudiantes para poder mejorar y/o adaptar la oferta de contenidos.
Pese a que todo esto tomó por sorpresa a los países, una de las características de los individuos es la de adaptación, considera Luis Del Cid, docente, investigador y representante de la consultora Sinergia. Él está con- vencido de que los cambios se darán poco a poco, a través de una gradualidad en la adopción y aprovechamiento de las nuevas tecnologías.
«Con el ánimo de ver el vaso medio lleno, mi visión es que la pandemia ha resultado un despertador para el sector educativo que lo obligará a salir del adormecimiento en que ha estado sumergido durante los últimos 200 años. Ha estado dominado por la rigidez de instituciones académicas y de sistemas regulatorios que deberán repensarse en forma veloz, para adaptarse a la transformación digital que está inundando to- dos los sectores de actividad», sostiene Ricardo Greco, fundador y presidente del Grupo Educativo ADEN.
Formación con visión a futuro
Nadie duda que contar con profesionales bien formados, analíticos y capaces de resolver problemas de forma creativa y proactiva será un factor imprescindible para que los países se recuperen de esta crisis, retomen el sendero del desarrollo y logren hacerle frente a lo que venga.
“Las universidades han respondido de una manera sorprendente en esta coyuntura, a pesar de que no necesariamente tenían la preparación ni planificación adecuadas. Han trata- do de mantener la conectividad para poder darle continuidad a su labor docente y administrativa e incluso han aportado soluciones e insumos para afrontar la pandemia, pese a limitaciones financieras que enfrentan la mayoría de las públicas”, añade el secretario del CSUCA.
El paso siguiente será fortalecer su capacidad de adecuarse a las demandas del mundo actual, responder a las nuevas ofertas laborales que surgirán de ahora en adelante y adaptar sus currículos a los nuevos requerimientos del mercado y las necesidades de los países.
“No se debe confundir la necesidad de nuevas profesiones con adaptar las profesiones a la nueva normalidad. Se deben desarrollar nuevas currículas que cumplan con las exigencias sociales”, destaca Del Cid.
Por otra parte, Alicia Ávila, directora País de Educo El Salvador, ONG global de defensa de derechos de la infancia, explica que el 2021 será un año de transición: “Este nuevo escenario representa una oportunidad para revisar la pertinencia del currículo frente a la realidad. Es importante priorizar los aprendizajes, competencias y valores que cobran mayor relevancia en el actual contexto, tales como la solidaridad, el aprendizaje autónomo y el cuidado propio y de otros, así como las competencias socioemocionales, la salud, la resiliencia y habilidades digitales, entre otros”.
En ese sentido, la investigadora argentina María Fernanda Gazzo, del departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján, afirma que el nuevo escenario demanda clases profundas en contenidos, actividades colaborativas, de reflexión y argumentación, al igual que una interacción profe- sor-estudiante permanente. «Para garantizar la calidad en el proceso de enseñanza y aprendizaje es fundamental desterrar la noción del ciberespacio como una “caja negra” de contenidos, donde todo se resuelve con la “subida de archivos”. Las buenas prácticas en educación deberán ponerse de manifiesto para el éxito de esta construcción colectiva de saberes», sostiene de forma enfática.
«El e-learning, hasta hace poco tiempo visto peyorativamente, será el entorno donde encontrar conocimientos actualizados, personalizados y una experiencia de cursado única e irrepetible. La inteligencia artificial, la realidad virtual, la analítica de datos, serán claves en este proceso. Además, la masividad será reemplazada por la personalización, permitiendo identificar necesidades de formación individualizadas, tanto a nivel de contenido como de ritmo de cursado», añade Greco.