La feria, instalada en el Centro de Convenciones Atlapa hasta el próximo 3 de agosto, en la capital panameña, acoge a artesanos de todas las partes de Panamá.
Por EFE
Desde el sombrero pintao hasta las máscaras de diablos se exponen desde este miércoles en la 45 Feria Nacional de Artesanías de Panamá, de la mano de artífices de todo el país centroamericano que despliegan ante los asistentes sus habilidades creativas.
Es el caso de Arquímedes Rodríguez, de 58 años y habitante de La Pintada, la cuna del sombrero pintao panameño, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2017.
Rodríguez cuenta a EFE que comenzó a hacer el sombrero pintao a los ocho años de edad mientras explica que este accesorio se elabora con fibras y tinturas naturales, mediante técnicas que se transmiten de generación en generación.
Preparar todo el material, como obtener y procesar con agua y sol las fibras de la planta de la bellota, toma “alrededor de 8 días”, mientras que elaborar el sombrero entre cinco días y hasta más de dos meses.
“Depende del número de vueltas” que haya que hacer con las trenzas de las fibras naturales, mientras más son, más tiempo toma y también se eleva su precio, pues un sombrero de siete vueltas, el más popular, cuesta unos 35 dólares, mientras que uno de 20 vueltas puede tomar hasta tres meses y superar los mil dólares, comenta el artesano.
El pintao “es el verdadero (sombrero) panameño porque solo se hace en Panamá y es el que usa el panameño por tradición, hecho en trenzas”, agrega para que no se confunda esta obra artesanal con el “sombrero de Panamá”, que originario de Ecuador y que debe su fama y nombre al hecho de que el presidente estadounidense Theodore Roosevelt lo usó durante una visita al Canal interoceánico en 1906.
La feria, instalada en el Centro de Convenciones Atlapa hasta el próximo 3 de agosto, en la capital panameña, acoge a artesanos de todas las partes de Panamá, destacando la presencia de artistas indígenas y de la región de Azuero, que abarca las provincias de Herrera y Los Santos.
Una parte del recinto ferial recrea casas tradicionales de Panamá: bajitas, de tejas rojas y un porche de manera con bugambilias enredadas, así como las indígenas, que se hacen de palma.
Los artesanos confeccionan en sus puestos, entre ellos Jozckar de Gracia, 40 años y habitante de la provincia caribeña de Colón, quien produce máscaras de los diablicos, que representan al “esclavista opresor de los negros” durante la época colonial en esa región panameña.
De Gracia comenta a EFE que elabora las máscaras de todos los tamaños, partiendo de una base de papel aluminio que luego refuerza con papel maché y a la que da textura con otras fibras, entre ellas telas.
Dependiendo de los detalles que lleve la máscara, su confección puede durar días o semanas, independientemente del tamaño, explica el colonense, aunque señala que toma al menos un par de semanas hacer una.
Las máscaras son la “representación del hombre esclavista en la época colonial, ese opresor que tenía de esclavos a los negros, esta es la representación que nosotros hacemos. Y los congos son los esclavos”, que combaten en una danza que “representa la lucha entre el bien y el mal”, explica el artesano.
Esa lucha entre el bien y el mal tiene su expresión en el Festival Congos y Diablos que se celebra cada año en la localidad de Portobelo, Colón, y que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.