Ciertamente el trabajo es una segunda familia con la que compartimos todos los días.
Por Gabriela Piedra, Vicepresidenta Senior Shift Porter Novelli
En un mundo donde se nos ha enseñado a esconder las emociones para que la falsa rudeza se confunda con el liderazgo, surge la duda si la empatía y el compañerismo deben ser emociones reservadas para personas que son pares dentro de una organización o se pueden compartir con subalternos.
Muchos serán los criterios sobre el tema, pero lo cierto del caso es que si queremos construir ambientes de trabajo sanos, debemos volver a humanizar las relaciones. De hecho, un estudio realizado por Porter Novelli Global, indica que los colaboradores están buscando organizaciones y marcas que se conecten con ellas en temas importantes. ¿Por qué no empezar entonces con los que tengo al lado?
¡Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre!
Ciertamente el trabajo es una segunda familia con la que compartimos todos los días. Suprimir la totalidad de las emociones nos limita el privilegio de convertirnos en un núcleo poderoso. Un estudio de la Universidad de Harvard, que aún se encuentra en proceso, dirigido por el psiquiatra Robert Waldinger e iniciado desde 1938 (el más longevo que se haya realizado en temas de felicidad) revela que cuanto más cercanos y de calidad sean los vínculos humanos, mayores beneficios tendrán quienes los mantengan.
No se trata de establecer relaciones de amistad incondicional entre jefaturas y subalternos, porque la jerarquía siempre impondrá relaciones de autoridad implícitas en esa interacción.
Por algo se dice que los puestos de liderazgo conllevan un alto grado de soledad. Siempre hay una línea que no se puede cruzar, esa que exige la objetividad y la ética laboral. Sin embargo, la evidencia nos apunta a que los conceptos tradicionales y lineales de comunicación entre un líder y su gente se están quedando atrás, pues cuando se muestra interés genuino por las personas y su entorno, queda al descubierto el lado humano, ese que genera empatía en el otro.
Todos necesitamos sentirnos valiosos y el trabajo se vuelve ese lugar donde la gratificación es importante. La Dra. Mariam Rojas Estapé, psiquiatra española y autora de múltiples libros, afirma que cuando las personas intencionalmente se esfuerzan por recordar datos que son relevantes para los demás, se genera un vínculo fuerte entre ellos. ¿No es acaso eso lo que buscamos en una organización, lazos que nos permitan a todos llevar el barco hacia un buen puerto?
Constantemente la vida laboral es un escenario ideal para aprender valiosas herramientas a través de la vulnerabilidad. Es una rica experiencia de traspaso de conocimiento y empatía.
Algunos dicen que estos vínculos son una fábrica de serotonina, la hormona del bienestar, que permite construir ambientes de trabajo sanos que se traducen en mayor productividad y mejor experiencia con el cliente.
Ser un líder que aporta en la vida de sus compañeros y al mismo tiempo recibe con humildad y ganas de aprender lo que estos tienen que ofrecer, es quizás el ejercicio de comunicación más gratificante que se puede practicar en el trabajo. Pero requiere una intención clara y humilde de ambas partes. Este es un privilegio valioso, no tan frecuente en las organizaciones, pero cada vez más valorado. Así que ¡quédate con quien tenga la sensibilidad de valorarte como un individuo integral!