Los críticos del MRS reprochan que sus integrantes tomaron parte en la denominada «piñata», una repartición de bienes y propiedades confiscadas a la familia Somoza y a sus allegados.
Por EFE
La oposición nicaragüense se mantiene fragmentada en tres facciones por pugnas de poder, desconfianza mutua, y diferencias ideológicas, a menos de 10 meses que se celebren las elecciones nacionales en las que se enfrentarán al actual presidente, el sandinista Daniel Ortega.
La principal razón de esa profunda división es la habilidad de los sandinistas que desde que retornaron al poder, en enero de 2007, han implementado la política de la zanahoria y el garrote, con la que han descabezado cualquier sombra o contrapeso de la disidencia, según analistas políticos consultados por Efe.
«Daniel Ortega se ha encargado de descomponer y desbaratar a la oposición, utilizando todo tipo de instrumentos legales e ilegales, convirtiéndola en una oposición colaboracionista o «zancuda» o en rehenes del poder», señaló el sociólogo Manuel Ortega Hegg.
Para el también investigador y escritor, los sandinistas han utilizado «métodos diversos de garrote y zanahoria» para ir «descabezando a los partidos políticos que han pretendido una verdadera oposición».
La oposición está fragmentada como «un efecto de la política del Gobierno de inhibir la participación de ciertos partidos políticos, privándolos de su personalidad jurídica, y de no dar elecciones libres», sostuvo, por su lado, el sociólogo e historiador Humberto Belli, para quien esa es una de las razones de la atomización de la oposición.
ENTRE DERECHA E IZQUIERDA
Una facción es la integrada por el partido Ciudadanos por la Libertad (CxL) y el organismo Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, que acordaron el miércoles iniciar un trabajo conjunto para construir una gran alianza.
CxL está integrado en su mayoría por liberales disidentes, antiguos miembros de la Coalición Nacional por la Democracia, que antes de los comicios de 2016 era el principal grupo de oposición en Nicaragua.
La presidenta de ese colectivo, Kitty Monterrey, que se opone a sumarse a una coalición liderada por socialistas, explicó que CxL es «un partido liberal de centro derecha, con una ideología clara».
«Somos un país de derecha, no somos un país de izquierda», alegó Monterrey al canal 10 de la televisión local.
«¿Por qué nos va a representar en una oposición, controlando esa oposición, o con una enorme relevancia que no la tienen, personas de izquierda? ¿que si tienen cabida?, sí, pero no conduciendo el carro», apuntó.
«¿SOCIALISMO O LIBERALISMO?»
El sector de CxL se refiere al Movimiento Renovador Sandinista (MRS), una escisión del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que decidió renunciar al «sandinismo», tanto en su nombre como en sus estatutos, pero que para Monterrey «quieren un cambio sin Ortega» y, a su juicio, lo que se necesita Nicaragua «es una transformación».
Para ella, una gran alianza opositora puede estar conformada por diferentes ideologías, pero el programa, «además de cabeza, manos y pie, tiene que tener un corazón ideológico», y, en ese sentido, dijo, «lo que quiere un socialista, no es lo que quiere un liberal».
«Los nicaragüenses no queremos socialismo. ¿Que si alcanzan en una alianza?, sí, pero se tendrían que acoger al programa de Gobierno que queremos la mayoría de los nicaragüenses, no lo que quieren las minorías», indicó.
El aliado de CxL es la Alianza Cívica, sin personalidad jurídica y creada inicialmente por la Conferencia Episcopal para ser la contraparte del Gobierno en un diálogo nacional para buscar una salida pacífica a la crisis que vive el país desde abril de 2018, y a la que pertenecen representantes de las dos principales cúpulas patronales y dirigentes estudiantiles.
DESCONFIANZA CON DISIDENTES
En tanto, el MRS, también sin personalidad jurídica, forma parte de la Unidad Nacional Azul y Blanco, uno de los movimientos cívicos que integran la Coalición Nacional que fue presentada en su momento a ser la gran fuerza política que enfrente a los sandinistas.
El MRS, al que el Consejo Supremo Electoral (CSE), controlado por el oficialismo, le canceló la personalidad jurídica en 2008, no es bien visto por las fuerzas liberales y conservadoras por su pasado.
Los críticos del MRS reprochan que sus integrantes tomaron parte en la denominada «piñata», una repartición de bienes y propiedades confiscadas a la familia Somoza y a sus allegados, así como a opositores, durante el primer régimen sandinista (1979-1990).
También los señalan de ser «infiltrados» o una especie de «quinta columna» del FSLN en los grupos opositores, y de estar a favor del aborto, el matrimonio igualitario y la identidad de género.
Fundado en 1995 por el escritor y exvicepresidente de Nicaragua (1985-1990) Sergio Ramírez Mercado, actualmente retirado de la política, el MRS se define como un «partido democrático progresista».
EL PESO POLÍTICO
Son parte de la Unidad Nacional, que junto al Partido de Restauración Democrática (PRD), el indígena Yatama («Hijos de la madre tierra» en lengua miskita), y las organizaciones Fuerza Democrática Nicaragüense, y el Movimiento Campesino, integran la actual Coalición.
El PRD, el único con personalidad jurídica de ese grupo para competir en las elecciones generales, obtuvo el 4,3 % de los votos en las elecciones de 2016 en las que se anuló al principal bloque opositor y en las que resultó reelegido Ortega, junto a su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta.
La primera facción no reconoce el peso político a esa coalición, de la que su nuevo aliado, la Alianza Cívica, se retiró en octubre pasado.
La coalición decidió separar de su seno al Partido Liberal Constitucionalista (PLC), del expresidente nicaragüense Arnoldo Alemán (1997-2002), debido a que ese colectivo atraviesa una crisis interna y ha dejado que el Poder Electoral, controlado por los sandinistas, decidan su suerte.
El PLC es la segunda fuerza política en la Asamblea Nacional, debido a que en las pasadas elecciones las autoridades anularon la participación del principal grupo disidente, y es señalado por las otras dos facciones de mantener un pacto con los sandinistas.
Con esa radiografía, reconocen los mismos protagonistas, el escenario está planteado para repetir la historia de los comicios de 2006, cuando la derecha de Nicaragua se presentó en dos grandes bandos, lo que facilitó el retorno de Ortega al poder, que ganó con un 37,99 % de los votos.