Es hora de un liderazgo panameño que logre un equilibrio entre el propósito y el rendimiento financiero.
Por Margorieth Tejeira, Directora Senior de Riesgos y Comunicación Corporativa en LLYC Panamá
La primera mitad del 2025 concluye con un mundo en constante vilo e incertidumbre producto de las presiones geopolíticas, comerciales, armamentistas y ambientales que impacta directamente en las empresas, impulsado a los líderes a reorientar sus decisiones para fortalecer sus organizaciones. Un entorno que en términos económicos, también está siendo retador para las compañías, vemos como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), rebajó de un 2,4% al 2,0% las proyecciones de crecimiento de la región para este año.1
A estos desafíos externos, se suman las crecientes demandas sociales y los retos tecnológicos; un entorno que exige liderazgos capaces de adaptarse con agilidad y comprometerse activamente para conectar con el momento en el que vivimos. Pero, son desafíos que bien gestionados pueden convertirse en oportunidades, que, aprovechándose, son claves para contribuir al crecimiento y desarrollo de organizaciones, industrias y la economía local.
En ese sentido, podemos rescatar algunas conclusiones del informe Radar Panamá 2025 realizado por LLYC, en el que se perciben oportunidades para los sectores prioritarios de infraestructura y transporte, y telecomunicaciones. En estos sectores, el liderazgo corporativo no sólo debe ejercerse desde la eficiencia operacional o el resultado financiero; sino que debe ser gestionado como un agente de cambio visible, coherente y empático; que refleje valores empresariales y un propósito alineado a las principales demandas de sus grupos de interés.
Panamá, con su hub logístico y de transporte, que incluye ambiciosas inversiones como la expansión del Metro, el tren Panamá-David, las nuevas licitaciones Públicas Privadas y la urgente necesidad de nuevos puertos, es el principal activo que posiciona al país en el escenario global. Sin embargo, este sector enfrenta un escrutinio creciente donde el precio, calidad y gestión de los proyectos es cuestionado. Aquí es donde el liderazgo corporativo se vuelve vital. Los líderes de esta industria tienen la responsabilidad de construir puentes de confianza, no sólo infraestructuras. Esto se logra con una comunicación abierta que demuestre cómo estos proyectos benefician directamente a las comunidades, y una férrea ética en la ejecución.
En el ámbito de las telecomunicaciones, Panamá también apunta a ser un hub digital regional, pero se enfrenta a una brecha digital persistente que excluye a un segmento significativo de la población. Aquí, el liderazgo en telecomunicaciones y tecnología debe ir más allá de la expansión de redes. Necesita un compromiso activo con la alfabetización digital. Esto implica invertir en programas de capacitación, en alianzas con el sector público para llevar conectividad y dispositivos a las zonas rurales y, fundamentalmente, en hacer que la tecnología sea accesible y comprensible para todos.
En este sector, los líderes empresariales deben impulsar una mayor alineación entre la academia y la industria, liderando la ‘cocreación’ de planes de estudio que formen a los profesionales que Panamá necesita para el mañana; convirtiéndose en referentes para las nuevas generaciones demostrando su ejemplo como un camino a seguir.
Es hora de un liderazgo panameño que logre un equilibrio entre el propósito y el rendimiento financiero, que integre una cultura ESG (Environmental, Social, Governance) no por moda reputacional, sino por convicción estratégica. Es un liderazgo que se involucra, que debate, contribuye a soluciones con impacto trascendental. Hoy, las empresas que sobreviven son las que se adaptan; las que prosperan, las que lideran con sentido y cercanía humana. Es comprometerse activamente con las necesidades sociales para, desde la realidad empresarial, conectar con ellas y contribuir a soluciones con impacto trascendental.