En Estados Unidos viven 2,5 millones de salvadoreños, 2,7 millones de guatemaltecos y un millón de hondureños.
Por AFP
Damaris Majano subsistía en El Salvador con remesas que le enviaba su padre desde Miami. Pero la ayuda quedó interrumpida desde que la empresa donde el hombre trabajaba como repartidor de flores cerró por la crisis derivada de las restricciones para frenar el coronavirus en Estados Unidos.
La historia de esta joven residente de San Isidro, un poblado a 70 km al noreste de San Salvador, no solo se repite entre otros salvadoreños, sino también en Guatemala y Honduras, que también han visto reducidos los ingresos de dinero que envían migrantes desde Estados Unidos y otros países.
«Vamos pasando con la ayuda de la alcaldía», dice Majano, que se las rebusca con una bolsa de víveres que recibió de las autoridades locales.
«La comunidad está con bastante necesidad», agrega la joven de 25 años. San Isidro, una localidad de 15.000 habitantes rodeada de cerros, perdió más de la mitad de su población en la década de 1980, cuando muchos migraron huyendo de la pobreza y la violencia.
En Estados Unidos viven 2,5 millones de salvadoreños, 2,7 millones de guatemaltecos y un millón de hondureños, que mes a mes envían remesas a sus familias.
Pero la pandemia global provocó una explosión en la tasa de desempleo en Estados Unidos, que alcanzó 13,3% en mayo, una cifra que aumenta a 17,2% entre la población de origen latinoamericano, según cifras oficiales.
De enero a abril El Salvador recibió 1.600,7 millones de dólares en remesas familiares, lo que marca una caída del 9,8% contra igual periodo de 2019. El mayor descenso en los envíos fue en abril, cuando el total se redujo a 287,3 millones de dólares, es decir, un 40% menos en comparación con el mismo mes del año pasado, según un informe del Banco Central de Reserva (BCR).
Antonio Iraheta, un agricultor de 64 años de la comunidad rural de Potrero Cubías, en la periferia de San Isidro, pasó de recibir 800 a 400 dólares de sus cuatro hijos que viven en Estados Unidos y «se fueron abajo» al perder sus empleos por la covid-19, cuenta.
En 2019, El Salvador había recibido remesas familiares por 5.650,2 millones de dólares, lo que había representado un crecimiento del 4,8% sobre el año previo, equivalente a 16% del Producto Interno Bruto (PIB).
– Panorama «perturbador» –
«Mi gente ha sido afectada», dice a la AFP el alcalde de San Isidro, Ernesto Romero, quien reparte alimentos a la población para aliviar la caída de remesas pero también por la pérdida de cultivos de hortalizas y maíz tras el reciente impacto de la tormenta Amanda, que dejó más de 30 muertos en El Salvador.
Centenares de salvadoreños salen a diario por las carreteras del país agitando paños blancos para pedir alimentos.
El descenso de los envíos de dinero, que ayudan a mantener a flote a este país centroamericano, y el cierre de las fuentes de empleo en medio del aislamiento por la pandemia genera «un panorama perturbador» en una economía estancada, dice Roberto Cañas, profesor de la jesuita Universidad Centroamericana (UCA).
El país de 6,6 millones de habitantes, que se mantiene paralizado por una cuarentena domiciliar obligatoria por la covid-19 desde el 21 de marzo, se asoma a cifras problemáticas.
La misma baja de las remesas que sufre El Salvador se vive en Honduras y Guatemala, donde los envíos de dinero de los migrantes son también un componente clave de la economía.
Honduras acumuló de enero a mayo 1.946,1 millones de dólares, un 7,1% menos que igual período de 2019.
En Guatemala ingresaron en el mismo periodo 3.916 millones de dólares, una disminución de 3,1%.
En la periferia de San Isidro, Elsy González habla al teléfono con su esposo, Emérito Bonilla, que vive en el estado de Maryland, Estados Unidos.
«Sin trabajo todo se dificulta, uno no puede ayudar, no puede enviar dinero, ni nada», es el lapidario mensaje que Bonilla transmite a la mujer, que se quedó a cargo de la familia en El Salvador