Para que Estados Unidos continúe siendo un país próspero y respetado, necesitamos contribuir, desde nuestras trincheras.
Por Ismael Cala
El pueblo de Estados Unidos ha hablado, y el resultado de las elecciones presidenciales de 2024 nos trae de regreso a una figura ya conocida: Donald Trump, quien se convertirá en el presidente número 47 del país. Para muchos, este desenlace puede ser motivo de celebración; para otros, una señal de preocupación o incertidumbre. Lo cierto es que, más allá de los sentimientos personales o ideologías políticas, estamos frente a una nueva etapa, una oportunidad de trabajar en conjunto por el futuro del país, sea cual sea nuestra inclinación política.
El ejercicio de la democracia nos invita a respetar y honrar la voluntad popular. La democracia no es simplemente la elección de un candidato, sino la capacidad de un pueblo de expresar su opinión y convivir con diferentes visiones. Es normal que, tras unas elecciones tan polarizadas como las de este año, existan voces discordantes y emociones encontradas, pero ese es precisamente el momento en que más debemos recordar los valores que nos unen y el propósito común que compartimos.
Nadie está obligado a apoyar políticas con las que no esté de acuerdo, pero todos estamos llamados a trabajar en beneficio del bien común. Es el momento de dejar de lado la retórica divisoria y abrazar el poder del diálogo y el entendimiento.
Para que Estados Unidos continúe siendo un país próspero y respetado, necesitamos contribuir, desde nuestras trincheras, con trabajo honesto y conversaciones constructivas.
Nuestra fortaleza como nación radica en la diversidad, en la posibilidad de encontrar puntos de encuentro a pesar de nuestras diferencias. Los desafíos actuales —ya sean sociales, económicos o climáticos— requieren que sumemos ideas y esfuerzos. La política puede dividirnos en campañas, pero la realidad nos invita a caminar juntos para enfrentar los problemas que afectan a nuestras comunidades, independientemente de a quién apoyemos en las urnas.
La elección de Donald Trump como el presidente número 47 es un recordatorio de que la historia está en constante movimiento. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de ser parte activa de la construcción de ese relato. Que este resultado electoral sea una llamada a la unidad, una invitación a renovar nuestro compromiso con los valores que hacen grande a este país: la libertad, la justicia, la igualdad y la oportunidad.