Los hoteles y desarrollos turísticos de la zona están comprometidos con la sostenibilidad y la conservación.
Por EFE
El Pacífico costarricense acoge el Golfo Dulce, uno de los cuatro fiordos tropicales del mundo, lugar rico en biodiversidad y propicio para el desarrollo de investigaciones científicas, además de paraje turístico que propicia el desarrollo de las comunidades que lo rodean.
El Golfo Dulce tiene una longitud de 55 kilómetros y en sus aguas tranquilas, que prácticamente no generan oleaje en la costa, habitan y se reproducen numerosas especies, entre ellas la ballena jorobada, el tiburón ballena y delfines, que cada año atraen a miles de turistas.
Alrededor del golfo, las grandes montañas y los frondosos bosques del Parque Nacional Piedras Blancas y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Golfito albergan cientos de especies de aves, entre ellas la lapa (guacamaya) roja, mamíferos y reptiles.
Un fiordo tropical de gran biodiversidad
El Golfo Dulce lleva su nombre porque parece un gran lago, pero además porque es alimentado por caudalosos ríos que emergen del bosque tropical lluvioso y por manglares que sirven como viveros y refugios de especies marinas y terrestres.
Este es uno de los cuatro fiordos tropicales del mundo junto al golfo de Cariaco, en Venezuela; la bahía Darwin, en Galápagos, y la bahía de Kaoe, en Indonesia.
Este tipo de lugares se caracterizan por ser muy hondos y la mayoría se formaron por glaciares. En concreto, la formación del Golfo Dulce se debe a la fuerza de las placas tectónicas que crearon una fosa de unos 200 metros de profundidad.
El Golfo Dulce también ha sido lugar de diversas investigaciones científicas sobre cetáceos y sobre el océano, además de ser un testigo cercano de los efectos del cambio climático sobre los arrecifes de coral.
El blanqueamiento en esta época del año de una línea de arrecife en el Golfo Dulce es la prueba del estrés que sufre este ecosistema en todo el planeta debido al cambio climático y al calentamiento de las aguas, dijo a EFE la bióloga y guía turística Alejandra Rojas.
El arrecife expulsa las algas que le dan color y queda blanco, pero eso no quiere decir que haya muerto, si no que se encuentra débil.
En la zona la organización Raising Coral Costa Rica trabaja para proteger el arrecife mediante un programa que busca restaurar pequeños trozos y luego devolverlos al mar regenerados.
El rico ecosistema del golfo también lo ha convertido en un santuario mundial para la reproducción de la ballena jorobada y el tiburón martillo, destacó Rojas.
La sostenibilidad como bandera
Los hoteles y desarrollos turísticos de la zona están comprometidos con la sostenibilidad y la conservación, como es el caso de un proyecto de reinserción de lapas rojas desarrollado en conjunto por Dolphin Lodge y el Centro de rescate animal Zoo Ave.
“Se han reintroducido y liberado más de 300 lapas rojas y recientemente hemos contado más de 350 como producto de su adaptación», dijo el gerente general de Dolphin Lodge, Reymar Klochko.
El sector de la pesca deportiva, uno de los que más atraen turistas al Golfo Dulce, también se ha comprometido con la sostenibilidad apoyando las regulaciones que obligan a no dañar los peces y regresarlos al agua.
Esta industria impulsó la construcción de una marina en la localidad de Golfito, con una inversión cercana los 70 millones de dólares y que en los próximos años contará con un hotel Marriot de lujo y otros desarrollos inmobiliarios con vista a las hermosas aguas del golfo.
Golfito, unos 310 kilómetros al sur de San José, sirve de base de operaciones a aquellos que deseen conocer las maravillas que tiene para ofrecer el Golfo Dulce y los verdes bosques protegidos que lo rodean.
En esta comunidad operó una compañía bananera desde 1930 hasta 1984. Con el final de la actividad bananera la comunidad comenzó poco a poco a apostar por el turismo y en la actualidad busca consolidarse como un destino atractivo no solo por la pesca deportiva, sino por las maravillas naturales que protege.