Como países importadores netos de materias primas primarias, el impacto sobre la estructura productiva del área puede llegar a ser significativo.
Por Luis Solís
La recuperación económica en las grandes potencias mundiales ha provocado un alza sostenida en los precios de las materias primas a nivel mundial. Para América Central son especialmente relevantes las fluctuaciones en el costo del petróleo, junto con las del maíz, el trigo y la soja por ser los principales productos de importación. Entretanto, su mayor oferta exportable se centra en productos agrícolas que no han experimentado aumentos significativos en su cotización, como café, plátanos, frutas y azúcar (solo Panamá y Nicaragua son exportadores netos de oro).
Para Oscar Avalle, representante del Banco Mundial para Costa Rica y El Salvador, la situación podría tener un impacto negativo a corto plazo en el bienestar de los hogares del área por la inflación, mientras que lo que ocurra más allá dependerá de la capacidad de adaptación por parte de los gobiernos y el sector empresarial, en especial el vinculado con negocios de energía y transporte.
“Dado que estos choques no son nuevos en la región, consideramos que las autoridades cuentan con el espacio y la capacidad para mitigar los efectos de largo plazo, a través de políticas macroeconómicas, sectoriales y de protección social, pese a que la pandemia del COVID-19 ha debilitado ya significativamente a los hogares más pobres”, sostiene Avalle.
¿Qué pasará en adelante?
Las proyecciones indican que, a partir de finales de 2021, en tanto cedan los efectos de la pandemia, los precios de las materias primas tenderán a estabilizarse en valores algo más bajos que los observados a la fecha, pero por encima de los de 2019.
“En general, la sobrerreacción de los precios respecto a los niveles prepandemia obedece al incremento del déficit fiscal de las principales economías globales y al acompañamiento de políticas monetarias acomodaticias que han hecho caer de forma importante las tasas de interés a corto plazo. Todo este esfuerzo para aminorar los efectos adversos del COVID-19 ha generado un fuerte aumento en la emisión monetaria por parte de las principales economías del mundo, lo que alimentó las expectativas de inflación”, argumenta Alejandro Trapé, director del Instituto de Competitividad de ADEN Business School.