No eres flojo; sólo estás teniendo un burnout.
Por Expansión
A veces es difícil entenderlo, pero funciona de manera similar: cuando el cuerpo se lleva a sus límites o se explota continuamente, se cansa, se atrofia. Para curarlo, de entrada hay que parar y darle la oportunidad de hacerlo. Lo mismo pasa con nuestras mentes. En una cultura en la que favorecemos la hiperproductividad, el cuerpo se agota. ¿Lo peor? Usualmente vemos esto como flojera y falta de compromiso. Sin embargo, está lejos de serlo. Esto tiene un nombre: burnout. Y como cualquier lesión, tiene que atenderse.
El burnout empeiza como algo muy chiquito. Te saltas la hora de la comida una vez, dos veces, trabajas horas extra, y cuando menos lo esperas, tu vida es una espiral cama-escritorio-cama-escritorio que nunca se acaba. Un poco como si estuvieras viviendo en piloto automático. Con el paso del tiempo, estás tan agotado, que tu cerebro comienza a nublarse, y no das para más que lo mínimo que se espera de ti. Y en una cultura en la que sin progreso visible no hay progreso, te empiezas a calificar a ti mismo como un flojo.
Es una espiral horrible, pero, a todos nos ha pasado, y es posible que nos suceda más de una vez.
Sin embargo, lo bonito de tocar fondo, sobre todo la primera vez, es que, si aprovechas la ocasión, estos bajones son el escenario perfecto para que adquieras nuevas herramientas y habilidades para salir de esto en futuras ocasiones. Te conocerás en tu lado más débil y sabrás entenderte y saber qué necesitas para salir adelante.
Aquí algunos consejos para guiarte:
No juegues a Superman
Cuando eres víctima de tu propio burnout, es común leer tips como «sal a correr», «li,pia tu casa entera», «visita a un amigo». Sin embargo, ¿cómo vas a dar ese extra si apenas funcionas lo suficiente como para dar tu mínimo? Es contradictorio, y si lo intentas, sólo te sentirás peor porque sólo te estás demostrando otra cosa más de la que eres incapaz por el momento. Sé bueno contigo.
Acepta tu situación
Como dirían en los grupos de rehabilitación, el primer paso es aceptar tu situación: tienes burnout. Es normal. No pongas en ti expectativas cero razonables en las que te niegas a aceptar que eres un ser superior que nunca se cansa y que siempre saca diez en todo.
¿A dónde va tu energía?
Llegó el momento de hacer un inventario. Piensa en todas esas cosas que haces casi sin pensar: ¿escuchas demasiados problemas ajenos? ¿las series que ves te estresan? ¿estás bebiendo demasiado? ¿aceptas compromisos que ni tienes ganas de cumplir? No se trata de que te vuelvas un ser de paz por el resto de tu vida, pero sí que tomes en cuenta que la energía es un recurso limitado, y si estás en un momento en el que no la tienes en mucha cantidad, vale la pena reflexionar sobre a qué se la estás destinando. Analiza tu vida, SIN JUZGARTE, y mira cómo te hace sentir cada cosa que haces. En medida de lo posible, elimina las cosas que te desgastan.
Sé fuerte
La vida no es fácil y todo es una lucha constante. Si amas lo que haces y no puedes tomar una pausa, date tiempo para vivir tu burnout, aceptando que lo tienes pero confiando en que te está acercando a tu meta y que no será para siempre. Aquí vale la pena recalcar una cosa: pasarla mal esta bien y es normal. No todo el cansancio es burnout.