Nueva variante del Índice de Desarrollo Humano muestra la necesidad de replantear un modelo de desarrollo que es insostenible; es una ruta hacia daños irreversibles para el planeta, incluyendo nuestra propia supervivencia, que en su trayecto profundizará la desigualdad y aumentará la pobreza.
Por Revista Summa
COVID-19 constituye la crisis más reciente que ha enfrentado el mundo, pero no será la última. La capacidad de la humanidad para aminorar crisis semejantes y enfrentar con mayor éxito sus efectos, pasa necesariamente por disminuir las presiones sobre el planeta. Así lo señala el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que incluye una nueva variante del Índice de Desarrollo Humano que integra las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países, en donde Costa Rica se posiciona como el país que más mejora a nivel mundial en este nuevo índice.
El Informe presenta a las lideresas y líderes mundiales una cruda realidad: o toman medidas contundentes e inmediatas para reducir la inmensa presión que estamos ejerciendo sobre la naturaleza o el progreso de la humanidad se detendrá.
“Tal y como revela este Informe, ningún país en todo el mundo ha logrado alcanzar un desarrollo humano muy alto sin ejercer una presión desestabilizadora sobre el planeta. Sin embargo, podemos ser la primera generación en corregir el rumbo. Esa es la próxima frontera del desarrollo humano”, dice Achim Steiner, Administrador del PNUD.
La edición del 30 aniversario del Informe sobre Desarrollo Humano, reconoce que las personas y el planeta entramos en una era geológica completamente nueva, el Antropoceno o era de los seres humanos. En este contexto, ha llegado la hora de que todos los países, ricos y pobres, rediseñen sus trayectorias de progreso asumiendo, de manera plena, el estrés que estamos ejerciendo sobre la Tierra, y desmantelando los enormes desequilibrios de poder y de oportunidades que impiden el cambio, y Costa Rica es un excelente ejemplo de ello a nivel mundial.
El informe introduce una variante experimental del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Al ajustar el IDH, que mide la salud, la educación y el nivel de vida de los países, para incorporar otros dos elementos — las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países— el nuevo índice ilustra la transformación que podría darse en el ámbito del desarrollo si tanto el bienestar de las personas como la integridad del planeta fueran considerados de manera conjunta como piedras angulares de la definición de desarrollo humano.
“La devastación causada por la COVID-19 es la señal más reciente de que la humanidad ha llegado al filo de un precipicio. Necesitamos una total transformación para poder avanzar hacia la próxima frontera del progreso humano. Este cambio empieza por rechazar la idea de que debemos elegir entre las personas o el medio ambiente. Costa Rica le está demostrando al mundo que es posible cuidar ambas porque un desarrollo humano a costa del planeta no es sostenible” afirmó José Vicente Troya Rodríguez, Representante Residente del PNUD.
El Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias (IDH-P) saca a la luz un nuevo panorama mundial con una perspectiva menos idílica y más sincera sobre el progreso humano. Por ejemplo, más de 50 países abandonan el grupo de desarrollo humano muy alto, como reflejo de su dependencia de los combustibles fósiles y su huella material, mientras que, países como Costa Rica, Moldavia y Panamá suben al menos 30 puestos, mostrando que es posible reducir la presión sobre el planeta al tiempo que se buscan el progreso de las personas.
“Nos enorgullece que Costa Rica vuelva a ser ejemplo ante el mundo por sus soluciones basadas en la naturaleza, pero no debemos bajar la guardia. Ante el reto del Antropoceno, tenemos que transformar nuestras sociedades y economías hacia un modelo justo, descarbonizado y resiliente. Tras este difícil 2020, el trabajo de recuperación sostenible en la próxima década deberá enfocarse en mejorar la salud de las personas y los ecosistemas», señaló Andrea Meza Murillo, Ministra de Ambiente y Energía de Costa Rica.
El valor del IDH de Costa Rica para 2019 es 0,810, lo que lleva al país a colocarse en la categoría de desarrollo humano muy alto, ubicándolo en lugar 62 de 189 países y territorios. Entre 1990 y 2019, el valor del IDH de Costa Rica aumentó de 0,665 a 0,810, un aumento del 21,8 por ciento.
Al medirse el IDH-P, Costa Rica pasa del lugar 62 al 25 en el mundo. Ciertamente el país tiene por delante retos formidables para disminuir la pobreza, mejorar la educación, generar más empleos y producir más prosperidad, pero este resultado muestra que Costa Rica ha asumido el camino correcto del desarrollo verde, y las soluciones a sus problemas deben encontrarse en esa dirección y no en otra.
Nuevas estimaciones prevén que en el año 2100 los países más pobres del mundo podrían experimentar hasta 100 días más cada año de clima extremo debido al cambio climático, lo que resultaría en la profundización de la pobreza y el hambre. Esa cifra que podría rebajarse a la mitad de implementarse plenamente el Acuerdo de París.
A pesar de esto, se siguen subsidiando los combustibles fósiles: según datos del FMI mencionados en el Informe, se calcula que el costo total para las sociedades derivado de subsidios públicos a los combustibles fósiles —incluidos los costos indirectos— supera los US$ 5 billones anuales, lo que equivale al 6,5 por ciento del PIB mundial. En cambio, las medidas relacionadas con la reforestación y la mejora del cuidado de los bosques podrían cubrir por sí solas, aproximadamente, la cuarta parte de las acciones necesarias antes de 2030 para evitar un aumento global de temperaturas de 2oC respecto a niveles preindustriales.
El Informe muestra que las desigualdades entre países y dentro de ellos derivan en que las personas que más tienen son quienes capturan los beneficios de la naturaleza y exportan los costos. Del mismo modo, ofrece ejemplos que van desde la aplicación de regímenes fiscales más progresivos hasta la protección de las comunidades costeras a través de mecanismos de inversión preventiva y aseguramiento.