En toda Europa, los gobiernos desplegaron importantes programas fiscales para apoyar a los hogares y las empresas, y los programas de retención de empleo preservaron por lo menos 54 millones de puestos de trabajo.
Por Revista Summa
La pandemia de COVID-19 tiene graves consecuencias sociales y económicas para Europa. Desde el inicio de la pandemia y hasta mediados de octubre de 2020, más de 240.000 personas han perdido la vida en Europa, y se estima que casi 7 millones de personas se han infectado con el virus. Los confinamientos de principios de la primavera, el distanciamiento social voluntario y las perturbaciones asociadas en las cadenas de suministro y la contracción de la demanda llevaron a un colapso sin precedentes de la actividad económica. El PIB real se redujo aproximadamente un 40% en el segundo trimestre de 2020 (intertrimestral anualizado), observándose una contracción más profunda en las economías avanzadas de Europa, donde el virus se propagó primero, en comparación con las economías emergentes de Europa.
El costo de la pandemia en Europa podría haber sido mucho mayor si no se hubiera producido la respuesta contundente y multifacética sin precedentes a la crisis. En toda Europa, los gobiernos desplegaron importantes programas fiscales para apoyar a los hogares y las empresas, y los programas de retención de empleo preservaron por lo menos 54 millones de puestos de trabajo. Los bancos centrales emprendieron una sustancial expansión monetaria, a través de medios convencionales y no convencionales, para respaldar el flujo de crédito y evitar perturbaciones en los mercados financieros. Las medidas macroprudenciales también se flexibilizaron a fin de amortiguar el impacto de la crisis en los bancos y los prestatarios. La Unión Europea relajó las reglas existentes para hacer frente al aumento de los déficits fiscales y apoyar a los hogares y las empresas. En una importante muestra de solidaridad, también está movilizando recursos supranacionales para financiar nuevos mecanismos contra la pandemia y complementar las políticas fiscales nacionales.
Sin embargo, las perspectivas para 2020 siguen siendo sombrías y la recuperación será prolongada y desigual. Se proyecta que la economía europea se contraerá un 7% en 2020 y repuntará en 4,7% en 2021. Según las proyecciones, el nivel general de inflación se reducirá al 2% en 2020 —1 punto porcentual por debajo de su nivel de 2019— y posteriormente se incrementará al 2,4% en 2021.
Las perspectivas son excepcionalmente inciertas. El rebrote actual de las infecciones en toda Europa es tal vez el mayor riesgo a la baja en este momento. Un brexit sin acuerdo también implicaría un shock adicional y posiblemente considerable de la actividad en medio de la pandemia.
Un desafío clave que deberán afrontar las autoridades económicas a corto plazo será calibrar la velocidad y el alcance de la desescalada a fin de reducir al mínimo los daños sociales y económicos inmediatos. Será imperativo mantener las políticas de apoyo hasta que la recuperación esté plenamente afianzada. Un repliegue prematuro de las políticas de apoyo podría volver a llevar a los países a la recesión, revirtiendo gran parte de lo que se ha logrado hasta ahora. Debe mantenerse el apoyo a las empresas y puestos de trabajo viables, por ejemplo, mediante programas de retención de empleo. La continuación de una política monetaria acomodaticia está justificada por las perspectivas de inflación moderadas y la considerable capacidad ociosa en la economía. Las autoridades de supervisión bancaria deben seguir actuando con flexibilidad prudencial para no comprometer el flujo de crédito.
En el capítulo 2 se analiza cómo las diferencias en las políticas de desescalada entre los países europeos influyeron en la actividad económica y las infecciones posteriores. En los países que comenzaron a reabrir en una etapa temprana de la curva de infecciones o que abrieron todos los sectores a un rápido ritmo en un período relativamente corto, la reapertura se asocia con una mayor ola de infecciones. Sin embargo, el reciente aumento de las infecciones ha estado asociado a tasas de mortalidad más bajas que en la primera ola.
En el capítulo 3 se trata de cuantificar el posible impacto de la crisis del coronavirus en la liquidez y los riesgos de solvencia de las empresas en Europa y se examina en qué medida las políticas anunciadas podrían atenuar dichos riesgos en 2020. La combinación de programas de retención de empleo, moratorias de las deudas, subvenciones y garantías de préstamo puede ser eficaz para atender las necesidades de liquidez de las empresas, especialmente en las economías avanzadas de Europa. Al mismo tiempo, la capacidad de las medidas de política anunciadas para limitar el aumento de los riesgos de solvencia parece ser más limitada. El capítulo concluye que se necesitará una calibración cuidadosa de las políticas para respaldar mejor a las empresas que se consideran viables a largo plazo y facilitar la salida ordenada de las empresas que probablemente no tengan éxito en la economía pospandemia.
Las políticas también deben abordar los desafíos a mediano plazo, a medida que las economías pasan de la recesión a la recuperación. Esta crisis ha agravado los desafíos preexistentes y ha creado otros nuevos. Los desafíos anteriores a la pandemia incluyen el bajo crecimiento de la productividad, el cambio climático, la transición digital, el envejecimiento de la población y el aumento de la desigualdad. Además, la crisis provocó daños a la oferta potencial, un aumento de la deuda y un retroceso de la acumulación de capital humano. Es imperativo que las políticas aborden todos estos desafíos, facilitando así la recuperación, reduciendo las cicatrices de la crisis a mediano plazo y ayudando a Europa a transformarse en una economía más resiliente, verde e inteligente en el futuro pospandemia.