Postergar el trabajo detiene las ruedas de la producción. basta con que un trabajador cualquiera, no ya un directivo, aplace sus tareas para que se frene toda la cadena empresarial.
Por Estrella Flores-Carretero, neuropsicóloga, presidenta de Instituto Europeo de Inteligencias Eficientes y directiva de Cala Enterprises
Los procrastinadores son esas personas que dejan para mañana y hasta para pasado mañana lo que deben hacer hoy. Retrasan sus labores hasta el último momento y más allá. Todos podemos atravesar etapas así, en las que los emails se nos amontonan en la bandeja de entrada, las obligaciones nos persiguen y vamos quedando mal con todo el mundo, pero de esas situaciones hay que salir cuanto antes, porque no es lo mismo sacudirse un poco de polvo que quedar sepultados por la montaña.
Las empresas son engranajes complejos en los que el resultado global depende del funcionamiento de todas las piezas. Por tanto, hay que combatir los atrasos y el aplazamiento de tareas en cualquier puesto, pero más entre los responsables y gestores de equipos.
El problema tiene causas complejas y diferentes en cada persona. No basta con enseñar a alguien a organizar mejor su tiempo, sino que es necesario analizar qué hay en el fondo: miedo al fracaso o incluso al éxito, desmotivación, falta de confianza, resistencia… En definitiva, dificultades con la adecuada gestión de las emociones.
Existen técnicas que ayudan, como hacer las tareas más engorrosas a primera hora, diseñar horarios y listados de cumplimiento, eliminar distractores como las redes sociales, etc. Sin embargo, en mi opinión, hay que averiguar las causas de fondo y casi siempre es imprescindible que profesionales ajenos a la empresa puedan reconducir las situaciones de manera individual y global.
Consejos para combatir la proclastinación
Hablar, no sermonear.
Cuando tenemos un problema es primordial enunciarlo, pero sin extenderse, sin buscar culpables, sin detallar
los retrasos… Basta con decir que las cosas no están funcionando como debieran y pasar a expresar: “Necesitamos cambiar y vamos a trabajar juntos para solucionarlo”.
Establecer un plan.
Muchas veces no existen objetivos a corto plazo y la meta es tan lejana que surge la postergación.
Es básico marcar hitos cercanos y alcanzables. Una vez diseñadas las etapas, habrá que reportar cada semana sobre los progresos logrados y de las fechas previstas para abordar los siguientes, pero sin abrumar ni presionar.
Premiar es mejor que castigar. Funciona mejor la zanahoria que el palo. Por eso es preferible ofrecer incentivos, reconocer logros y mostrar confianza en que el procrastinador podrá superar las dificultades. Cada pequeña victoria debe tener su recompensa, aunque solo sea en forma de felicitación.
Ofrecer apoyo. Una mano amiga que tire del procrastinador es esencial para seguir adelante. Debe saber que puede expresar sus dificultades y pedir refuerzo cuando lo considere oportuno.